La guerra en Ucrania suma ya seis meses de duración desde que Vladímir Putin aprobase la invasión rusa ("operación especial", según lo denomina él) y sus consecuencias son demoledoras. Los ataques, entre el estruendo de los bombardeos y el fuego de la artillería, aún no cesan, y no se atisba próximo el final. De hecho, en Ucrania, donde hoy celebran el Día de la Independencia, la alerta es máxima ante la posibilidad de que Moscú aproveche las celebraciones para perpetrar una ‘ofensiva cruel’, según expresó el propio Volodímir Zelenski, que pidió a sus ciudadanos evitar las aglomeraciones, al tiempo en que desde el lunes todos los trabajadores de edificios gubernamentales están trabajando. Además, también se teme que Rusia tome represalias por el atentado que acabó con la vida de Daria Dugina, la hija de Alexander Dugin, consejero de Vladímir Putin, en Moscú. El Kremlin asegura haber identificado a la autora del ataque, Natalia Pavlovna Vok, una agente del servicio secreto de Ucrania, aunque Kiev insiste en desvincularse de lo sucedido.
Más allá de la dramática crisis social, de las crecientes cifras de muertos en los ataques, las consecuencias económicas también están siendo catastróficas y se sienten cada vez con más fuerza en Europa. Especialmente, preocupan las reservas de gas de cara al invierno.
Seis meses de guerra empujan al bloque hacia uno de los inviernos más duros. Las reservas de gas todavía se encuentran lejos de ese 80% decretado por la Comisión Europea, a pesar de que estamos pagando diez veces más que hace solo un año por llenarlas. De momento, Bruselas confía en que los planes de ahorro energético que están poniendo en marcha los Estados miembros den sus frutos en las próximas semanas, pero los augurios no son buenos porque descolgarse por completo del gas ruso va a ser muy complicado.
En este escenario, Finlandia ya advierte de posibles apagones eléctricos, y Bélgica, pesimista, dice que debemos prepararnos para este y otros diez inviernos más duros a la vista.
En el seno de la Unión Europea las voces son cada vez más críticas con el régimen de Vladímir Putin. Bruselas no quiere fisuras y, en paralelo, se plantea aumentar las sanciones y restricciones.
La próxima reunión clave va a ser el Consejo de Asuntos Exteriores previsto para la próxima semana en Praga, donde se va a debatir imponer un veto al turismo ruso, es decir, prohibir la entrada de todos los ciudadanos de este país al bloque comunitario. Hay algunos países, los del norte, que ya han tomado esta medida de forma unilateral, pero ahora quieren que se apruebe en el seno de la Unión Europea, en consenso. Y no va a ser fácil, porque ya hay oposiciones muy férreas como la de Alemania. Josep Borrel, el jefe de la Diplomacia comunitaria ya lo advierte: es en este momento, cuando se cumplen seis meses de la guerra en Ucrania, cuando la unidad se va a poner a prueba.