El gran objetivo de Bruselas es que los 27 estados miembro reduzcan en un 15% su dependencia del gas desde este agosto al próximo mes de marzo. Sobrevivir al frío que está por venir con medidas, todavía incompletas, en la mayoría de países.
De momento, los más dependientes de Rusia, como Alemania hasta ahora, imponen apagones nocturnos mientras se anuncia un plan estatal de eficiencia energética de más de 14.000 millones de euros. Buscan reducir en una quinta parte su habitual demanda de gas ruso, con la intención de que los calefactores no suban de los 19 grados en edificios públicos y privados.
En algunas ciudades, como Hannover, ya han decretado, incluso, duchas de agua fría en sus gimnasios. En Francia sus fuentes de energía nuclear dibujan un escenario menos sombrío, con 22.000 millones de presupuesto y medidas para topar y congelar precios a la vez que se pretende reducir en diez puntos su consumo energético los próximos dos años.
El mismo porcentaje que plantea Grecia, aunque, eso sí, más a corto plazo, para el próximo 2023. Atenas depende en un 40% de la energía rusa y este verano ha cerrado acuerdos bilaterales con Arabia Saudí.
Entre las medidas más extendidas en la Unión está incentivar como nunca el transporte público y otorgar bonos energéticos a las rentas más bajas. Desde los 1.300 euros de Holanda a los 200 de Italia y España con diferentes baremos.
En Reino Unido, ya fuera del Eurogrupo, se acercan a las ayudas de 500 euros para todos los hogares, pero con un horizonte muy diferente. Desde octubre se espera un incremento en sus facturas de energía de un 80%. Unos 430 euros al mes por hogar, según las peores previsiones.