Larissa Brown, una mujer que superó un cáncer de mama, decidió seguir adelante con su embarazo a pesar de que los médicos le dijeron que su bebé padecía una "condición fatal", el síndrome del corazón izquierdo hipoplásico. Sin embargo, a pesar de los malos pronósticos, la mujer decidió no interrumpir su embarazo y dar a luz a la pequeña Georgia.
Para Larissa, tener hijos era como un milagro después de haber tenido que pasar por tratamientos contra el cáncer cuando tenía poco más de 20 años. Por eso, cuando los médicos le aconsejaron interrumpir con su embarazo, ella no quiso planteárselo: "No teníamos en nuestros corazones interrumpir el embarazo, y nos sentimos como las peores personas del mundo por elegir continuar, pero no podíamos renunciar a ella", asegura.
Al decidir continuar, a las 38 semanas de embarazo, los médicos decidieron hacerle una cesárea a Larissa en una intervención que conllevaba grandes riesgos: solo disponían de 30 minutos desde el nacimiento de Georgia para administrarle un medicamento específico.
Afortunadamente, el nacimiento fue bien, y con solo seis días Georgia se sometió a una cirugía a corazón abierto, aunque no salió como esperaban: la pequeña sufrió un colapso pulmonar. Tras varias pruebas médicas los especialistas descubrieron que la menor tenía circulación excesiva y que sus niveles de oxígeno eran peligrosamente bajos.
La pequeña volvió a someterse a una nueva intervención y, tras 169 días ingresada en el hospital, la familia finalmente pudo llevarse a Georgia a casa por primera vez.
Ahora, cuando Georgia ya tiene 11 meses, Larissa asegura que es una "pequeña bebé más descarada", que siempre sonríe y que está evolucionando muy bien, según recoge Daily Mail.