Estados Unidos asiste nuevamente a un debate que se antoja eterno: el que gira alrededor de las armas de fuego, amparadas por la Segunda Enmienda de su sacrosanta Constitución, la cual es parte de la cultura del país y avala el derecho a portarlas. En ella creen también demócratas como Barack Obama, pero lo que dicen muchos es que hay que regularla por un mayor control de armas y antecedentes, y prohibir los rifles de asalto. Sus detractores claman por ello para poner freno a masacres como la acontecida este martes en la escuela de primaria Robb, en Uvalde, Texas, donde un joven de 18 años recién cumplidos, Salvador Ramos, abría fuego indiscriminadamente contra los niños y profesores allí presentes. 19 niños y dos docentes fueron asesinados. 21 muertos es el balance de víctimas mortales que provocó en su matanza.
Los datos son demoledores: en Estados Unidos mueren más niños en tiroteos que en accidentes de tráfico. Hay más armas de fuego que personas: en total son la mitad de las registradas en todo el planeta. Un 60% de los estadounidenses apoya restringir el acceso a estas armas, y sin embargo el país no sale del bucle: “¡Ya basta! ¡Ya basta!”, exclamaba la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, desesperada, quien subrayaba: “Tenemos que tener el valor de actuar”.
En paralelo, el senador demócrata Chris Murphy, casi entre lágrimas, se repetía hoy en varias ocasiones la misma pregunta: “¿Qué estamos haciendo?”.
“Me pongo de rodillas ante mis colegas y le suplico que encontremos un camino para salir de aquí”, llegaba a decir ante el resto de los políticos, pero lo cierto es que en frente tienen a muchos republicanos como el Fiscal general de Texas, Ken Paxton, que lo que piden es armar a los profesores.
En general, abogan, como Tez Cruz, senador republicano de Texas, por no regular prácticamente nada, y se escudan en la Segunda Enmienda. El lobby industrial aplaude, pero el mayor problema es que además parece haber un interés polarizar el debate, en excavar aún más la gran zanja que separa al país.
Salvador Ramos es el autor de la terrible matanza de Uvalde, pero cuenta con un cómplice silencioso no condenable penalmente: esa Segunda Enmienda y ese derecho defendido por el sector más conservador de EEUU por el que cualquiera puede portar armas de fuego. Hasta con antecedentes penales pueden adquirirlas, y ante ello vuelven a multiplicarse, otra vez, las voces que dicen “basta”.
El debate, sin embargo, vuelve a paralizarse en el Senado, sobre todo por la oposición de los republicanos, que creen que se está politizando a las víctimas.