Tras conocerse la sentencia del caso, hemos podido valorar los aspectos más destacados del comportamiento y expresión de Rodolfo Sancho y Silvia Bronchalo, padres de Daniel, a la salida de la Corte Tailandesa. Unos instantes cargados de emoción contenida que sobre todo se manifiesta en microexpresiones del rostro, en los ojos que a pesar de las gafas transmiten el dolor y las lágrimas derramadas y el afán de batallar en la frase del padre “siempre a seguir luchando”.
Son muy dispares los gestos y las expresiones no verbales de Silvia y Rodolfo. Por un lado, observamos en Silvia la frialdad y el dolor de la madre desconsolada por el veredicto, que aprieta las mandíbulas en señal de un fuerte disgusto contenido, justo en los primeros pasos de la bajada de escaleras.
La madre de Daniel tiene que tomar aire por la boca ante las preguntas de los periodistas, sin fuerza para contestar y se apoya en el hombro del acompañante porque casi pierde el equilibrio. Esta sensación de falta de estabilidad sobreviene a veces cuando se atraviesa en momento de alta tensión emocional.
En la parte verbal hay simplemente un “perdona” antes de subir al coche, en tono bajo tenue, tembloroso. Hay en Silvia unas manifestaciones evidentes de fuerte pena, que a pesar de llevar gafas muy oscuras, dejan adivinar por el brillo a través del cristal que las lágrimas han surcado su rostro y han originado el arqueo de cejas.
El comportamiento de Rodolfo en el mismo escenario de situación es radicalmente diferente. Primero, baja las escaleras con soltura y firmeza porque se siente arropado por los compañeros de la prensa que muestran afecto hacia él y sabe corresponder con ellos. En el caso de la madre de Daniel no fue así. Después, el padre de Daniel, nada más bajar los primeros peldaños de escalera, esboza una media sonrisa de paz y tranquilidad. Es muy posible que esa pose natural sea más fácil de mostrar en él por el diferente rol que en todas las familias desempeñan padre y madre, desde los afectos siempre, pero hay verdad en la expresión, no es una sonrisa fingida. Hay verdad y naturalidad.
Ante la pregunta de los periodistas “cómo está tu hijo” se derrumba emocionalmente y tiene que tocar levemente su nariz para encontrar un anclaje en el que apoyarse. Es evidente que no sabe que contestar en ese momento. Desde la perspectiva del análisis del lenguaje no verbal, tocar una parte del rostro ante una pregunta conflictiva, nos muestra inseguridad. Se adivina también una microexpresión en los resquicios visibles de los ojos, tras las gafas, que nos está diciendo que ha habido lágrimas que quedan disimuladas por la oscuridad de los cristales.
Una sonrisa franca de Rodolfo a los representantes de los medios, al subir al coche, nos presenta una clave de esperanza para los consiguientes pasos a seguir tras el veredicto, desde la calma y anhelo de padre que desea lo mejor para su hijo.
En definitiva, ambos progenitores están envueltos en la emoción contenida y las reacciones diferentes pero cargadas de dolor de unos seres destrozados por la situación de su hijo, manifestada en rasgos y revelaciones de diferente matiz en el caso de uno y otro.