La proclamación del rey Felipe VI el jueves 19 de junio de 2014, en el acto solemne ante las Cortes Generales en que prestó juramento de desempeñar las funciones que le otorga la Constitución española de 1978, marcó un antes y un después en la forma en que se muestra y expresa ante los ciudadanos. De la sobriedad y regularidad mecánica en su maneras y tonos de voz de sus comparecencias, a la mayor fuerza de expresión y estratégico manejo del lenguaje verbal y gestual.
Su etapa como príncipe, donde desde muy joven tuvo actividad representativa y articuló discursos y presentaciones, está marcada por su presencia en los Premios Príncipe de Asturias donde con tan solo 13 años pronunció su primer discurso oficial. En el arranque de esta intervención, con la frase: “He querido que las primeras palabras en público que pronuncio en mi vida…”, nos está mostrando una de las claves en las que trabajará para romper la monotonía y regularidad de su expresión verbal, ser más ágil en la lectura y manejar mejor tonos y timbres verbales.
Felipe ha ido evolucionando adecuadamente en sus destrezas de comunicación en público. Observamos como a lo largo de esta década de reinado, es capaz de separarse más del papel y así dirigir y repartir juego con su mirada a los espectadores, ya estén presentes físicamente o a través de las cámaras de televisión, para conseguir así persuadir más a la audiencia y ser más protagonista de cada evento al que asiste como protagonista de la película 'El discurso del rey'.
Es necesario que nuestro rey trabaje más a fondo el ritmo, la frecuencia y el tono de expresión verbal. La capacidad de estar más próximo a la ciudadanía en sus discursos se consigue también mediante el manejo adecuado de la voz. Su voz se ha ido perfilando en todos estos años, pero debe potenciar los tonos graves para obtener más registros, enfatizando y proyectando adecuadamente las frases más importantes de la alocución como titulares periodísticos.
Su hija, la princesa Leonor, se muestra más desenvuelta que él en su primer discurso de los Premios Príncipe de Asturias. Vocaliza mejor, pone más énfasis en las palabras y reparte mejor su mirada entre el auditorio. La maestría de Letizia, como profesional de la comunicación, se deja notar en las capacidades de expresión de la hija mayor de los reyes. Y es en este aspecto donde poco a poco observamos la evolución del monarca, que cada vez se muestra más natural y ligero y menos estático en sus intervenciones en público en su saber estar con las personas que le rodean y la forma en que realiza el saludo de manera más entrañable.
Hay enormes diferencias de expresión desde el primer discurso del 24 de diciembre de 2014 a los actuales. “Hoy quiero estar a vuestro lado para compartir -en el primer mensaje de Navidad que os dirijo-, unas reflexiones sobre nuestro futuro, con la mirada puesta, con confianza en el año 2015”. Así se abre su presencia ante la cámara con la mirada fija en el teleprónter o autocue sin pocas oportunidades para la espontaneidad de la expresión facial más allá de una media sonrisa. Algo que a medida que pasan los años supera con la experiencia de mirar a cámara pensando que es el ojo del espectador y poder persuadir.
Felipe tiene que practicar más el arte del dominio de las emociones para controlar su capacidad de improvisación y poder llegar a dominar la escena como hace su esposa. Es cuestión de práctica, trabajo y manejo de las sensaciones del momento con técnicas como 'el folio en blanco', creada por Julio García Gómez, autor de este análisis, en su faceta de docente de comunicación, donde la persona domina a la mente y es capaz de decir mucho con unas frases clave, con una o más palabras proyectadas en su mente.
Hay evidentes y claras diferencias en la forma de comunicar de Letizia y Felipe. La experiencia profesional de nuestra reina queda patente, sobre todo cuando deja a un lado el papel y es capaz de improvisar con destreza como ocurrió con el vídeo que se hizo viral de su intervención en los 46º Premios de Literatura Infantil SM.
Felipe ha evolucionado en estos años al dominio del arte de acercarse a las personas con simpatía y afecto, fijar la mirada en el individuo, esbozar una sonrisa y estrechar su mano. Pero también es capaz de mezclarse sencillamente con la gente en situaciones como la ocurrida en la inauguración del Congreso de la Lengua en Cádiz en marzo de 2023, donde rompe con el protocolo y se pone a tocar el cajón flamenco. Es una imagen inusual que quedará para la historia.
En esta década al frente del trono, Felipe está dominando el arte escénico de sus movimientos que pasan por un torso firme fruto de su estatura y porte, a cada vez mostrarse más versátil. Su fisonomía madura al ritmo de los tiempos y solo hace unos días, cuando presidió el Día de las Fuerzas Armadas, se da la circunstancia de poder saber conjugar el más estricto protocolo con las expresiones más abiertas de su fisonomía y su fotogenia que permanecen con los años.
Los aspectos de desarrollo de las habilidades y competencias para arraigar sus comparecencias en público se centrarían, según las circunstancias, en potenciar la capacidad de improvisación y repentización con discursos o partes de discursos sin papeles, con las ideas en la memoria. También debería seguir trabajando la voz para hacerla más dúctil y brillante, con inflexiones que permitan que sus discursos destaquen por el ritmo, la fuerza y la capacidad de generar la proximidad con el auditorio.
Todos estos aspectos deben ser practicados desde la estrategia de expresión verbal para flexibilizar su voz hacia tonos más graves y proyección de las palabras con brillantez. Su éxito en comunicación será la capacidad de eliminar la barrera que separa al monarca de su auditorio.
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