Igual que el chocolate con churros el día de Año Nuevo, comer roscón el Día de Reyes es una de las tradiciones más arraigadas de nuestro país, que los coruñeses y coruñesas mantienen intacta con el paso del tiempo.
Este año, desafiando a la lluvia, las colas infinitas para entrar en la pastelería Flory y comprar uno de los roscones más prestigiosos de la ciudad (junto con la Glaccé) comenzaron el día 3, con los más golosos y de paladares más exigentes (paraguas en mano) esperando con paciencia su turno.
María Vales, confitera de la Flory, explica que “también esto (hacer cola) es una tradición, vienen preparados y armados de paciencia”, y añade “es una locura, pero se lleva bien”.
Y es que pese a que en esta confitería de A Coruña hacen roscón todo el año y tienen clientela fija los doce meses, las colas desde comienzos de enero suelen formarse igual: “Es divertido porque se mezcla gente que viene de fiesta con gente que viene de trabajar”, detalla.
El suyo es un roscón tradicional, sin relleno, “no le hace falta porque es una masa natural muy jugosita”, aclara, que llevan haciendo desde el año 67 sin variar la receta: “Algo tendrá para seguir gustando”, bromea María.
Ya sea como postre o desayuno, este delicioso manjar no suele faltar en las mesas de los coruñeses, y para que llegue en las mejores condiciones el día de Reyes, la confitera explica que sus clientes lo compran con algo de antelación “para congelarlo y tenerlo preparadito para desayunar con él el día 6”, detalla.
Entre los clientes hay de todo: los que llevan 30 años comprándolo, los que lo probarán por primera vez, los que lo compran por la familia, los que aseguran que hacer cola merece la pena “porque está muy bueno”, y los que, “pese que sube el colesterol”, explica un cliente, hacen oídos sordos al médico y lo incluyen en su menú del día de Reyes (y repiten).
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