Los 11 viticultores pertenecientes a la cooperativa Viña Moraima, situada en la localidad pontevedresa de Barro, todavía no dan crédito al sabotaje sin precedentes que sufrieron en una de sus fincas, de unos 8.000 metros (con unos 7.000 metros afectados) y con una plantación común de cerca de mil cepas, que fueron salvajemente cortadas por el tallo.
El gerente de la cooperativa, Roberto Taibo, explica todavía consternado por lo sucedido que “del jueves para el viernes aparecieron las cepas marchitas, y cuando fuimos a mirar estaban todas cortadas”. Se trata de cepas de viñas “muchas centenarias y otras de plantación reciente” de la variedad albariña y caiña, de las que no podrán salvar ni una docena.
Taibo detalla que el año pasado fue la primera cosecha de las cepas de reciente plantación, “este año iba a ser la segunda y ahora están los racimos marchitándose en el viñedo, no se podrán aprovechar, no tiene nombre lo que han hecho”, confiesa.
El viticultor entiende que fueron varias las personas que perpetraron este ataque, “porque una sola persona sería complicado”, aunque desconoce los motivos y las pretensiones del autor o autores.
En la tarea fueron empleadas cizallas para cortar las cepas jóvenes y motosierras eléctricas para las cepas de más edad. Sobre estas últimas, Taibo confiesa que “ver cepas de 120 o 130 años cortadas de cuajo es algo que no encuentro palabras para definirlo”, y añade: “Para esto no hay ningún seguro”.
El responsable del viñedo asegura que los daños ascienden a más de 100.000 euros y que llevará unos cuatro años de trabajo volver a replantar y recuperar las cepas perdidas.
Aunque los once integrantes de la firma se declararon “en shock” por lo sucedido en la prensa local, no han dejado que la situación los paralice y ya han puesto en conocimiento de la Guardia Civil los hechos, aportando imágenes de las cámaras de seguridad de su propia nave y de algunas naves colindantes a la plantación, para tratar de dar lo antes posible con los culpables.
En las imágenes nocturnas grabadas, explica la prensa que “se aprecia el movimiento de personas entre los viñedos”. El miedo ahora es que se vuelva a repetir la escena en otras fincas y saber que “haya personas que pueden llegar a hacer algo así” expresa el empresario, “si hacen esto pueden hacer cualquier cosa”, concluye.
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