Como cada verano Santiago de Compostela está a rebosar de peregrinos. Las llegadas en grupos son las más ruidosas y molestas para los vecinos que diferencian ente distintos tipos de viajeros que no todos llegan con el mismo entusiasmo.
Caminos hay muchos y cada uno lo vive de una manera distinta. Basta ejercer de observador a las puertas de la Catedral para ver un mundo. Algunos prefieren el silencio: "Seguimos la tradición de entrar descalzos, en silencio y de la mano" cuenta un peregrino.
Pero también los hay que prefieren lo contrario y entran cantando y gritando. El conflicto con los vecinos se aviva cada verano
"No deja de ser una ciudad con residentes. No simplemente un parque temático objeto del turismo" señala un vecino de Santiago.
Lo que se pide no parece excesivo. Educación y sentido común. Hay hasta un código de buenas prácticas del peregrino. Víctima de modas quizá entre los más jóvenes.
La difícil convivencia entre quien llega, con las fuerzas al límite y quien acoge.
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