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Pablo González es un coruñés de 30 años que se ha convertido en el primer español en cruzar África a pie, una aventura que le ha llevado nada menos que 800 días en los que ha recorrido 15.000 kilómetros: los 10.863 que separan Ciudad del Cabo de El Cairo (Egipto), más los 5.000 kilómetros extra que tuvo que hacer para sortear los obstáculos que se encontró en su camino.
La idea de emprender este apasionante viaje, del que sólo se tiene constancia que otras 6 personas en el mundo lo hayan conseguido, surgió en noviembre de 2021, cuando sumido en una “desconexión social” causada por la pandemia, decidió tomarse “un tiempo para reconectar consigo mismo” a través del contacto con la naturaleza.
Y lo hizo sin ponerse límites y haciendo caso omiso al miedo inicial de emprender sin compañía un viaje de estas características, en el que sabía que tendría que lidiar con animales salvajes, con la dureza del desierto, con tormentas o con rebeliones sociales, como así sucedió. Pero, explica: “El miedo me sirvió de energía para poder continuar”.
“Salí sin fecha de vuelta”, cuenta este joven aventurero, quien añade que “con mi mochila y paso a paso, sabía que se podía hacer”, desvela.
Y aunque explica que fueron “momentos de extrema dureza”, el viaje ha valido la pena: “Conseguí mi objetivo”, explica, “he peregrinado por la cuna de la humanidad y comprobé que la felicidad de la vida está en los momentos de amor”, añade.
Pablo reconoce que tuvo que vivir situaciones complicadas y de mucho miedo, como encontrarse con elefantes que “de casualidad no han venido a por mí”, el ataque de un hipopótamo, pasar la noche rodeado de leones, los duros tramos del desierto o las 3 ocasiones que estuvo hospitalizado por infecciones con fiebre alta, entre otras desventuras.
Pero pese a todo, éste ha sido “un viaje increíble”, relata el aventurero, del que guarda en su corazón la hospitalidad de la gente africana, y en su retina la experiencia de haber estado en los lugares más bellos del mundo: como el delta del Okavango, el río Zambeze, las cataratas Victoria, el Serengueti, el Kilimanjaro o las montañas Usambara, por citar sólo unas pocas.
La pasada semana, este bailarín profesional afincado en Madrid, ha regresado a la ciudad que lo vio nacer, A Coruña, donde ya sin su inseparable mochila de superviviente cuenta una y otra vez su experiencia a todos los que se interesan por ella, sin escatimar en detalles y sin disimular la felicidad que le ha aportado.
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