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“España recicla la mitad de lo que debería”, y no lo decimos nosotros, lo dice la Comisión Europea, que en septiembre del año pasado alertó de que no íbamos a cumplir con los objetivos marcados en materia de gestión de residuos y nos ha dado un tirón de orejas.
Esto ha llevado al Gobierno central a activar un Plan de Recuperación dotado de un presupuesto de 850 millones de euros, que ha puesto a disposición de los municipios para que mejoren sus puntos limpios y la recogida separada de bioresiduos, ya que sólo un 12 por ciento de los españoles recicla el orgánico, según una encuesta realizada por el supervisor fiscal.
El Ayuntamiento de Pontevedra se ha puesto las pilas en este sentido, y en una nueva ordenanza que va a llevar al Pleno de este mes para su aprobación (y que cuenta con las aportaciones de la oposición), ha incluido una apuesta por el reciclaje a través de distintas fórmulas, que incluyen el compostaje.
El texto recoge, entre otras cosas, que las viviendas unifamiliares con terreno de más de 50 metros cuadrados deberán tener compostero doméstico.
El Concello dispone de 8.000 unidades de este tipo en la actualidad, si bien solo ha repartido 4.000 en las casas del rural y “su uso es voluntario”.
Su utilización, según explica El diario de Pontevedra, “será obligatoria cuando entre en servicio el nuevo contrato de basuras, que está pendiente de ser licitado”. En ambos casos, el material será facilitado de forma gratuita por la Administración local, que también prestará asesoramiento a las personas que lo soliciten.
De esta manera, según recoge la prensa local, Pontevedra “aspira a ser el primer municipio en adaptar su normativa municipal a la legislación estatal, en vigor desde el año 2022”.
Geles Ríos, vecina de Pontevedra, tiene un compostero propio en su casa desde el año 2019, que le cedió el Ayuntamiento de manera gratuita.
A su compostero van a parar todos los restos de comida que sobran en su cocina tales como restos de carnes, pescados, frutos secos, servilletas de papel sin tintas, restos de frutas, cáscaras de huevos… “que van fantásticamente para esto”, asegura.
“Es un poco lo que se hizo siempre”, asegura Geles, “no se desperdicia nada, todos los restos que sobran, los vuelves a utilizar después como fertilizante para los cultivos o cualquier planta”.
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