El 13 de noviembre de 2002 tuvo lugar en la costa gallega de Finisterre, una de las mayores catástrofes medioambientales de la historia de este país, después de que el hundimiento del Prestige vertiera en el océano 65.000 toneladas de petróleo que tiñeron de negro toda la costa.
Por aquel entonces, una marea blanca de voluntarios llegados de todo el mundo inundaron de solidaridad los arenales gallegos, limpiando las playas del pegajoso chapapote que amenazaba la fauna y la flora de toda la costa.
Ahora, 22 años después, el término “marea blanca” vuelve a estar muy de actualidad en el vocabulario de los gallegos y gallegas, aunque nada tiene que ver con los buzos de aquellos voluntarios, sino con unas diminutas bolitas de plástico que inundan los arenales de Galicia, dañando gravemente el ecosistema, ante la impotencia de lugareños y visitantes.
La marea blanca que tiñe ahora los arenales gallegos ya se detectó hace unas dos semanas en una playa entre Ribeira y Porto do Son, y se extiende sin control por toda la costa de la ría de Muros-Noia, un fenómeno que colectivos como Noia Limpa califican como “un segundo Prestige”, del que también se desconoce el alcance real de los daños.
Otros colectivos como Pacma han denunciado en las redes sociales esta desidia de las autoridades, y explican que ese trata de "un daño que no nos podemos permitir". Desde la red social X, instan a las administraciones a que "actúen ya".
Esta marea de pellets blancos ha llegado ya a un arenal de Muxía, en la Costa da Morte, lo que ha activado todas las alarmas, también las de la Xunta de Galicia, que de la mano del conselleiro do Mar, Alfonso Villares, aseguró este jueves que está coordinando con los concellos afectados y la empresa naviera del barco polaco la limpieza y retirada de estos residuos de la costa.
Villares apuntó, además, que “la aseguradora del barco ya se puso en contacto para hacerse cargo de los gastos que supondrá la limpieza del litoral”.
Pese a que las labores de limpieza de arenales son responsabilidad de los municipios, dice Villares que “la Consellería do Mar facilitará la colaboración para tramitar las ayudas de los gastos que van a suponer estas labores de limpieza”.
Los pellets proceden de un barco polaco que perdió parte de su carga navegando a la altura de Viana do Castelo (Portugal). Suaves al tacto y con un fuerte olor similar al de la gasolina, estas bolas han sido elaboradas con diferentes productos químicos y representan un gran problema ecológico ya que al mezclarse con la arena y las algas se complica su retirada.
El mercante transportaba las bolitas dentro de un contenedor, en sacos de 15 kilos en los que va impreso el nombre Bedeko Europa, una empresa con sede en Polonia.
Por el momento se han localizado, al menos, 52 sacos intactos y repletos de millones de pellets de resina en las costas de Barbanza, Muros y Noia, aunque se desconoce la cifra de sacos que aun permanecen a la deriva, ni el tiempo que podrían seguir llegando con las mareas a la costa.
Colectivos como Noia Limpa se unen al seguimiento de los puntos de vertido, subiendo a las redes sociales un mapa de los lugares en los que se detectaron los pellets.
Asimismo, la Xunta pide a los ciudadanos que notifiquen la aparición de estos materiales contactando con el 112.
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