Los inmigrantes alojados en Sanxenxo buscan su porvenir en el Levante: “Algunos se van llorando”

La última crisis migratoria en nuestro país, en la que llegaron a las costas de Canarias más de 1.000 migrantes de una sola atacada, hizo que todas las Comunidades tuviesen que arrimar el hombro y aunque no libre de polémica, Galicia fue una de ellas.

A esta Comunidad llegaron varios grupos de personas que fueron ubicados en Sobrado dos Monxes, A Coruña, O Porriño y Sanxenxo, en esta última el grupo más numeroso, de 54 jóvenes migrantes.

El responsable de la oenegé Accem en Galicia, Dani Bóveda, quien trabaja codo con codo con el gobierno central gestionando la recepción de estas personas que llegan a nuestras fronteras de forma irregular, fue uno de los encargados de atender las necesidades de estos jóvenes en la localidad pontevedresa y cuenta en las páginas de La Voz de Galicia que a pesar de su amplia experiencia en el trato con estas personas, “pocas veces vio lo que ocurrió este último mes en Sanxenxo”.

“Siempre se trata de darles una buena acogida”, señala Bóveda, “pero esto ha sido extraordinario”. “Ellos sintieron que aquí tenían una red de verdad, se sintieron en familia, de hecho, algunos de los que se van yendo marchan llorando de Sanxenxo”.

De los 54 jóvenes subsaharianos que llegaron a la villa turística, ya solo quedan treinta

Aunque la llegada a Sanxenxo se vio envuelta en una polémica por discrepancias severas entre el Gobierno de Pedro Sánchez y el Concello, liderado por el popular Telmo Martín, lo cierto es que tanto la oenegé como los propios inmigrantes aseguran que la cooperación del Ayuntamiento “fue total”, y de hecho, uno de los nombres que más y mejor corean estos jóvenes en español es “Paz”, el de la concejala de Servizos Sociais de Sanxenxo, Paz Lago, que no escatima esfuerzos para que no les falte de nada.

Y aunque en la villa pontevedresa se sienten como en casa, Bóveda explica que de la expedición de 54 varones jóvenes subsaharianos solamente quedan treinta en el hotel que les da alojamiento, pues una parte de ellos “los que tienen algún lazo familiar o de amistad en algún punto de España o Europa tira de él, igual que hacían nuestros abuelos cuando marchaban desde Galicia a la emigración”, explican desde Accem.

Buena parte de los que se fueron partieron hacia el Levante, a puntos como Alicante, Valencia o Murcia.

El fútbol como vía de escape

Pero ¿por qué se sintieron tan bien acogidos en Sanxenxo? Dice la prensa local que “hay que hablar de muchas maravillosas coincidencias”. Desde que los chavales, todos con edades comprendidas entre los 18 y los 25 años, “hicieron piña” y que “el dueño y el personal del hotel los abrazaron con palabras y sonrisas desde el primer día”, hasta todo el esfuerzo que se puso por parte del Concello, entidades como Cáritas y los propios vecinos para integrarlos en la vida de Sanxenxo.

“Pero si hay algo que les sacó sonrisas tras su travesía por el mar y tras dejar atrás a sus familias fue, sin duda alguna, el fútbol”, reza La Voz de Galicia.

Un día a la semana pueden ir a entrenar con un club local y a esa cita no fallan “aunque caigan chuzos de punta”, cuentan desde Accem, y añaden que cuando no hay entrenamiento bajan a la playa de Areas a darle patadas al balón.

Entre eso y las clases de español, estos jóvenes pueden evadirse un poco de la dura realidad a la que tienen que enfrentarse, con dos o tres años por delante en situación de precariedad, en el mejor de los casos, hasta que puedan regularizar su situación y trabajar legalmente en nuestro país.

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