Igual que le sucede a la fontanería, la albañilería o la mecánica, el sector de las panaderías se ve en un momento en el que su futuro es incierto por falta de personal (más o menos cualificado) y de relevo generacional.
Quedan pocos artesanos del pan, y menos personas que quieran aprender el oficio, y muestra de ello es que la Panadería Tudense, situada en el área de Vigo, lleva casi medio año buscando un panadero que pueda ocuparse del negocio mientras su propietario se recupera de una operación de cadera de la que está pendiente, y aunque la intención es incorporarlo a la plantilla, no encuentran candidatos para su oferta.
Manolo Gómez y su mujer Sara del Sá, regentan este veterano establecimiento desde hace veinticinco años y temen tener que cerrar por no poder atenderlo.
Manolo, que ha hablado para las cámaras de Informativos Telecinco, explica que llevan “cinco meses buscando un panadero” ya que está pendiente de que le llamen para realizarse una operación de cadera y añade que “de no encontrarlo tendremos que cerrar”.
El matrimonio cuenta que la operación no se puede aplazar y que pone en peligro la continuidad de un negocio al que le han dedicado veinticinco años de su vida.
“Llevamos toda la vida trabajando en esto y, tener que dejarlo marchar así, por no encontrar a nadie, es desesperante” explican a la prensa local. “A ambos se les encoge el corazón al pensar en tener que echar el cierre”, cuenta el redactor, pero lo cierto es que la operación de cadera a la que se tiene que someter Manolo obligará al matrimonio a cerrar si no encuentran un profesional a tiempo.
“Ofrecemos un trabajo de ocho horas diarias a un panadero con formación y o experiencia para estar al frente”, explican, unas condiciones que nada tienen que ver con todas las horas que ellos han invertido en el negocio, teniendo que renunciar a vacaciones, días libres y tiempo para estar con sus hijos.
Para este matrimonio de Tui, el mejor regalo de Navidad sería “encontrar un panadero para mantener la Tudense”, explican, y que su futuro no sea el mismo que el de una pequeña panadería de la zona (La Flor de Nigrán), que tuvo que echar el cierre por falta de personal hace tan solo tres meses, después de 35 años de cara al público.
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