Es domingo, pero las calles del centro de Bilbao están prácticamente desiertas. La ciudad hierve a 45 grados y sus vecinos, poco acostumbrados a semejantes temperaturas, se refugian del calor donde pueden. Por la acera, una figura camina de forma paralela a la ría, viene arrastrando desde San Mamés un carro con unos 80 kilos de peso. El calor es sofocante y a Danny Merchán le da la sensación de que hoy el material que transporta pesa más que otros días. “Otro día como el de hoy y me pienso el venir”, avisa.
Al llegar a la trasera del Museo Guggenheim, junto a la ría, Danny abre su carro y empieza a surgir la magia. De su interior saca un extraño artilugio diseñado por él mismo con tubos de pvc, su aspecto industrial no invita a imaginar que en realidad estamos ante un instrumento musical. Se trata de un ‘tubófono’, como lo ha bautizado el propio Merchán que para sorpresa de propios y extraños lo toca con sus propias chanclas a modo de baquetas: “La clave es el material de este calzado que es lo único que funciona, he probado con otros golpeadores y nada”.
La idea de crear algo diferente la compartió hace cuatro años junto a un amigo en su Colombia natal, no imaginaba entonces que, finalmente, sería a muchos kilómetros de distancia donde desarrollaría este proyecto, en concreto, en un patio trasero de Astrabudua y con la ayuda de un rockero local. “Me inspiré en los ‘Blue Men’ de New York, que se pintaban de azul y salían golpeando tubos”, rememora.
De muchas horas de estudio, ensayos y también, errores, surgió este instrumento “que tiene afinación”, de un metro y medio de ancho por 50 centímetros de altura, que ha dado en llamar ‘tubófono’ y al que es capaz de arrancar sonido como de sintetizador. De hecho, más de uno de los que se paran a escuchar y admirar al artista callejero “piensan que era una pista o que había un dj”, admite. Lo cierto, es que “todo lo que suena lo hago yo”, desde las tuberías al bombo que “en realidad, es un cajón gitano que golpeo con un pedal”.
Nacido en Cartagena de Indias, pero criado en Bogotá, Danny comenzó a recibir formación musical con solo 12 años, a los 20 cursó ‘Percusión Folclórica’ en la Academia Superior de Arte de Bogotá y ahora sueña con estudiar ‘Producción Musical’ en Deusto. Mientras tanto, este pasado fin de semana tocó con el grupo del que es miembro desde finales de 2023 en las fiestas de Astrabudua, en Erandio (Vizcaya).
Hasta que cumpla su sueño, Danny sigue, como la canción popular vasca, yendo a diario desde Santurce a Bilbao, pero en lugar de llevando sardinas frescas, este músico lleva a cuestas su ‘tubófono’.
Una sencilla alfombra sobre las baldosas bilbaínas le sirve de escenario. “Tocar en las calles te forja”, admite el artista que reconoce que, en ocasiones, “es agotador” ser uno mismo el que transporta, monta, toca y sonríe al público. “A veces mantener la concentración se complica tocando en la vía pública y hay que aceptar que hay gente a la que no le vas a gustar”, cuenta, aunque la mayoría del público queda enganchada a la profesionalidad de este atípico músico con chanclas y tuberías.
Su éxito es tal, que le han llegado propuestas de asistir a Amsterdam a participar en una ‘performance’ que Danny Merchán no descarta, aunque siempre que sea manteniendo en el País Vasco su base de operaciones: “Siento que aquí estoy cumpliendo mi sueño, que se me está reconociendo mi talento y abriendo puertas que en mi país se me resistían”, confiesa.
Pese a los 45 grados o precisamente por tratar de compensar tanto esfuerzo en una jornada de valores récord en Bilbao, la recaudación ha sido buena. Se acaban los 45 minutos que la normativa bilbaína le permite estar tocando en un mismo lugar, hay que recoger los bártulos y buscar un nuevo escenario. ¡Nos vemos y escuchamos en el Casco Viejo, Danny!
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