Uno de los efectos secundarios que habitualmente sufren quienes reciben quimioterapia o radioterapia contra el cáncer es la caída del cabello. ¿Me voy a morir?, es lo primero que preguntó Hegoi de 13 años cuando le diagnosticaron cáncer. Después su primera preocupación fue el pelo, aunque “luego te das cuenta de que no es tan importante porque el pelo crece”.
Precisamente, el pelo se ha convertido para los alumnos del Instituto de Gernika en un símbolo. El de la solidaridad y el apoyo a uno de los estudiantes del centro al que, recientemente, le han diagnosticado esta enfermedad. Un total de 40 compañeros, entre amigos de la cuadrilla y colegas del equipo de fútbol, han querido raparse el pelo para mostrar una imagen muy similar a la que el cáncer ha obligado a este chaval a lucir.
A sus 15 y 16 años, todos estos chavales han tenido que lidiar con la dura noticia de que a uno de lo suyos, “un amigo de toda la vida”, le hayan diagnosticado linfoma de Hodgkin, una enfermedad por la que se forman células malignas (cancerosas) en el sistema linfático. “Teníamos que hacer algo y nos juntamos para pensar cómo mostrarle nuestro apoyo”, explica Aimar Artetxe.
Entre todos pensaron que cortarse el pelo era la mejor manera que tenían “para que no se sienta solo” y “para que sepa que nos tiene aquí incondicionalmente”, apunta Eneko Arrozpide. A una edad en la que aspectos físicos como el corte de pelo a veces es tan importante, a esta cuadrilla de amigos nos le tembló el pulso: “Algunos se han rapado en casa, pero la mayoría lo hemos hecho entre nosotros, en la calle”.
La sorpresa para el homenajeado llegó “tras un partido” al ver a todos sus amigos ‘pelados’. Él, que “no se los esperaba para nada”, no pudo evitar sonreír y agradecerles el gesto. “No sale a la calle tanto como antes porque está cansado”, puntualiza Martin, pero “tenemos que hacerle sentir que estamos aquí para darle las fuerzas que le faltan”.
“Él lo haría por nosotros”, repiten casi todos los amigos. La iniciativa se produce en un contexto “muy duro” para el propio estudiante y su familia, a los que la ingeniosa idea de estos 40 chavales de 15 y 16 años ha logrado dibujar una sonrisa. “La verdad es que estamos muy orgullos de ellos porque demuestra la calidad humana que tienen”, dice el Andoni Agirre, director del instituto donde cursan sus estudios en la localidad vizcaína.
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