El alemán Matthias Jörger, uno de los últimos deshollinadores que quedan en Álava

  • Trabaja desde el tejado empleando los mismos aparejos que se usaban hace 40 años

  • Llegó a Vitoria en 1996 por amor y aunque ha trabajado de otras cosas ha terminado ejerciendo su oficio en Álava

  • Matthias se formó con 16 años como deshollinador en su Bremen (Alemania) natal

"Aunque viva ahumado el deshollinador, no hay tipo en el mundo con tan buen humor", así rezaba una de las estrofas que entonaba en la canción 'Chim Chim Cheree', Bert el deshollinador de la célebre película 'Mary Poppins'. Matthias Jörger, desconocemos si comparte con Bert sus dotes para la canción, pero sí que comparten profesión.

Matthias ejerce desde hace más de cuatro décadas el viejo y cada vez más olvidado oficio de deshollinador. En Álava, solo quedan tres y uno de ellos es, precisamente, este alemán nacido en Bremen que llegó a Euskadi por amor hace ya 28 años y que presume de “no tener vértigo”. ¡Menos mal, porque su jornada laboral se desarrolla la mayor parte del tiempo subido a un tejado!

Con solo 16 añitos recibió durante tres años la formación profesional para poder ejercer como deshollinador. Un oficio muy valorado en su país, donde “somos considerados los guardianes del hogar”, pero que aquí no se valora tanto: “Cualquiera va a una tienda, se compra una estufa y la instala siguiendo un manual y eso es un problema”. En su opinión, “casi es un milagro que no ocurran más desgracias”.

Todos los días, Matthias coge su coche y sus aparejos, “uso los mismos que se empleaban hace 40 años”, y recorre la provincia. Tiene una clientela fija y fiel, pero no siempre ha sido así. Cuando llegó de Alemania con su título de deshollinador se acercó a las oficinas del INEM y me catalogaron como instalador de fontanería. Cuando le llamaban para trabajar, Matthias recuerda, como tenía que explicarse en su entonces más prosaico castellano, que “no tenía ni idea de colocar un canalón o instalar un retrete”. Tras seis meses en la fábrica que la multinacional alemana Mercedes tiene en Vitoria, Matthias trabajó tres años en una fábrica de calderas en Gipuzkoa. Y él, que se había venido desde Bremen por amor, pasó a ver a su mujer “solo los fines de semana”.

Más peligro en la carretera que en el tejado

Sin embargo, el destino le tenía guardada una sorpresa. “Un buen día conocí a un bombero que limpiaba chimeneas en su tiempo libre y que me animó a acompañarle”. El círculo se cerraba y Matthias que había comenzado en el oficio con 16 años, volvía a ejercer de deshollinador. “Los primeros cuatro años fueron complicados”, recuerda, y es que “en los pueblos los vascos estaban acostumbrados a hacer la limpieza de las chimeneas ellos mismos, de buena o mala manera”.

Poco a poco, su buen hacer le fue granjeando la confianza de unos y otros, y el boca a boca hizo el resto. A pesar de estar en temporada baja (mayo, septiembre y octubre son los meses de más trabajo), Matthias no para y hoy atiende la llamada de Informativos Telecinco desde Bergara, “este es mi límite”, puntualiza. Su frontera imaginaria linda con Gipuzkoa en Oñati y Bergara y con Bizkaia en Ubide y Otxandio, “a partir de ahí lo hacen otros compañeros”. En territorio alavés, Matthias limpia sobre todo chimeneas en Zuia, Barrundia y Aramaio. “De lo que sale en Vitoria desde hace años se encarga mi compañero Carlos”, añade.

Dicen que cada maestrillo tiene su librillo, pues en este oficio también cada deshollinador tiene su método para llevar a cabo el mantenimiento de las chimeneas. Algunos desarrollan la mayor parte de la tarea en suelo firme, desde la base de la chimenea, pero Matthias prefiere el clásico y, a veces, arriesgado sistema de subirse al tejado. “Lo más peligroso de mi oficio es el tiempo que paso desplazándome por las carreteras de un pueblo a otro”, puntualiza.

Una vez en las alturas, emplea una cadena con un peso a la que acopla diferentes tipos de cepillos para limpiar las paredes y quitar el hollín acumulado por el fuego prendido para calentar las casas de sus clientes, muchos de los cuales “me llaman para quedarse tranquilos”.

Lo habitual es que de las chimeneas salga poco más que hollín, pero no son pocas las veces en las que algún animalillo se ha colado por la salida de humo, “sobre todo, pájaros y una vez en Vitoria hasta una paloma en el tubo de una caldera”.

En 40 años de profesión, Matthias ha visto todo tipo de chimeneas distintas “hasta esas viejas cocinas vascas en el suelo que tienen una campana de madera, como hace cientos de años”, y las que le quedan porque “la jubilación está lejos”. Eso sí, cuando llegue, la falta de relevo generacional puede que haya hecho extinguirse a los últimos "guardianes del hogar" de Álava.

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