Jesús Mari y Silvia, dos vizcaínos víctimas de crímenes atroces ocurridos en Castro con cinco años de diferencia

En la frontera entre Euskadi y Cantabria se encuentra la localidad cántabra de Castro-Urdiales. A 75 de Santander y a solo 35 de Bilbao, este municipio costero se convirtió hace ya años en el lugar escogido por muchos vascos para adquirir una vivienda vacacional, pero también en la opción de otros muchos, la mayoría vizcaínos, que han decidido trasladar aquí su residencia habitual.

El elevado número de vecinos nacidos en Euskadi que viven en Castro podría ser, por tanto, la explicación más plausible que explique por qué en los dos crímenes más atroces cometidos en el último lustro, en este municipio, las víctimas son precisamente vascos: Jesús Mari Baranda, en 2019, y, más recientemente, Silvia López.

Este mismo miércoles se han cumplido dos semanas del último de estos crímenes. El pasado 7 de febrero conocíamos el terrible hallazgo del cuerpo de una mujer muerta en el interior de su vehículo aparcado en el garaje de su chalet adosado de la urbanización Monte Cerredo de la localidad cántabra. Se trataba de Silvia López, a la que presuntamente asesinaron sus propios hijos de 13 y 15 años. La víctima, de 48 años y natural de Barakaldo, residía en Castro junto a su marido, que en el momento del crimen se encontraba trabajando en el turno de noche de una fábrica de la localidad alavesa de Llodio, y los dos hijos menores. El hijo de 15 años confesó haber matado a su madre adoptiva dándoles una cuchillada en el cuello.

Silvia, como otros muchos vizcaínos empadronados en el municipio cántabro, se desplazaba a diario a su localidad natal, Barakaldo (Vizcaya), para trabajar como celadora interina de la unidad de Medicina Nuclear del hospital de Cruces. 23 minutos en coche, siempre y cuando el tráfico sea fluido en la A-8, separan Castro Urdiales (Cantabria) de Barakaldo (Vizcaya).

El 'crimen de la cabeza'

Precisamente de este mismo municipio vasco era, también, Jesús Mari Baranda, un jubilado de 67 años que vivía en Castro Urdiales junto a su pareja, Mari Carmen Merino, condenada en diciembre de 2022 a 15 años de prisión por decapitar a su novio en el conocido como ‘crimen de la cabeza’.

A mediados de febrero de hace cinco años, Baranda se esfumó sin dejar rastro, pero siete meses después su cabeza decapitada fue encontrada en el interior de una caja que la propia Mari Carmen le había entregado a una amiga suya para que la guardara, asegurando que en su interior había “unos juguetes sexuales”. Mari Carmen fue condenada como autora de un delito de homicidio con agravante de parentesco y permanece en prisión. Nunca ha desvelado qué hizo con el resto del cuerpo del jubilado vizcaíno, que nunca ha aparecido.

La localidad costera se ha convertido en escenario de dos crímenes atroces cometidos con cinco años de diferencia, los dos en el mes de febrero y ambos con dos vizcaínos, en concreto de Barakaldo, como víctimas. A nada, salvo a la casualidad, se puede achacar las coincidencias en estos sucesos ocurridos en un municipio tranquilo, sin una tasa de delincuencia especialmente alta, y con innumerables atractivos que lo convierten en un destino idóneo de vacaciones o de residencia. A veces, el azar tiene estas cosas.

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