La brisa del mar, el sonido de las olas rompiendo en la orilla de la playa, el olor a salitre y los graznidos de las gaviotas eran, hasta hace poco, parte del encanto de los pueblos y ciudades costeros. Sin embargo, estas aves llevan tiempo sembrando el pánico en algunos arenales, donde con total descaro y agresividad roban la comida de turistas y vecinos. Además, su presencia cada vez está más extendida en núcleos urbanos y municipios vascos del interior. "Se han dado cuenta de que aquí tienen menos depredadores que en alta mar", explica Josu Ateka de la unidad de Medioambiente del Ayuntamiento de Getxo.
Hasta estos pueblos llegan en busca de comida y refugio. Desde hace un par de años, en la localidad vizcaína de Getxo, por ejemplo, muchos ejemplares de esta ave silvestre han encontrado un nuevo hogar al que mudarse para espanto de sus vecinos que ven a las gaviotas revoloteando sobre sus cabezas o siniestramente tranquilas sobre sus tejados. Temen que terminen convirtiéndose en una auténtica plaga.
Eso, a pesar de que en julio de 2022, un estudio del departamento de Ornitología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y del de Zoología y Biología Celular Animal de la UPV/EHU concluía que en veinte años la presencia de la 'larus michahellis' o gaviota patiamarilla, la más común en la costa vasca, había descendido en Bizkaia un 82%. El cierre de algunos vertederos es una de las razones de peso que explican este declive poblacional.
Los ruidos que generan durante el apareamiento y también los chillidos de las crías son las molestias que más denuncian los vecinos, pero hay también un riesgo de ataques. Desde el Consistorio admiten que no se han registrado quejas al respecto de ataques, pero advierten de que "si una gaviota te da picotazo, te abre la cabeza".
En cualquier caso, cada vez es más frecuente ver a estas patiamarillas posadas en tejados, terrazas o ventanas de pueblos y ciudades vascos, que no necesariamente tienen que estar en primera línea del litoral. La invasión de gaviotas ha llevado a muchos municipios a realizar campañas anuales de control de estas aves, en las que se retiran los nidos para evitar que comiencen a criar. "Pedimos permiso a Diputación porque es un ave silvestre para retirar los nidos y los huevos, pero si hay pollos no los podemos tocar", explica Ateka.
Desde el año 2020 realizan estas campañas en Getxo. Para acometer esta labor cuentan con la ayuda de un dron que les permite visualizar, a vista de pájaro, los tejados del municipio para controlar que no hay presencia de nidos y, en caso de encontrarlos, proceder a su retirada. "Suelen elegir tejados planos, con recovecos que les permitan sentirse protegidas", apunta Ateka.
Una labor que, en ocasiones, pone a prueba la paciencia de los profesionales que han llegado a retirar del mismo sitio un nido, en varias ocasiones, porque "son aves muy conservadoras y, normalmente, tenemos que hacer hasta dos pasadas por los mismos sitios".
Las gaviotas patiamarillas frecuentan barrios, como Las Arenas y Romo, atraídas porque "son zonas de entrada de la ría y están más protegidas". La posibilidad de conseguir comida fácil y de encontrar "aquí a menos depredadores que en alta mar", les llevan a elegir estos núcleos urbanos para nidificar. Además, "cada vez cogen más confianza y se acercan más a los humanos", con el riesgo que eso implica de que se desencadenen ataques.
Así, por ejemplo, en Donostia, este verano, algunos de estos pájaros protagonizaron en las playas de la ciudad escenas propias de 'Los pájaros' de Alfred Hitchcock, robando la comida a quienes disfrutaban de un día de playa. La prohibición a los barcos de arrojar los excedentes de pesca en el puerto, que algunas personas ofrezcan alimento o que se dejen residuos en la arena son algunos de los motivos que llevan a estas aves a 'buscarse la vida' y robar comida en la playa o en las terrazas, sin miramientos.
Síguenos en nuestro canal de WhatsApp y conoce toda la actualidad al momento.