A sus 28 años, Olga nunca había salido de su país, Guinea Ecuatorial, hasta que hace tres meses emprendió un viaje que la trajo hasta Euskadi. Karima, natural de Tanger, lleva algunos meses más viviendo en Ordizia (Gipuzkoa), “desde hace un año, antes estuve seis meses en Alicante”.
Ellas son dos mujeres valientes, capaces de dejar todo atrás para buscar un futuro mejor lejos de sus casas, pero también compartían un miedo común: Nadar. Por eso, encontrarlas hoy sumergidas en la piscina municipal de Ordizia es todo un reto para ellas.
El departamento de Deportes de la Diputación Foral de Gipuzkoa, en colaboración con el Ayuntamiento de Ordizia, ha puesto en marcha un programa pionero para que mujeres migrantes de diversas nacionalidades, culturas y religiones aprendan a nadar.
En total, 18 mujeres de, entre otros países, Bolivia, Pakistán, Guinea Ecuatorial o Marruecos, acuden dos veces por semana hasta la piscina municipal. Aquí aprenden a nadar, pero entre brazada y brazada durante las cuatro semanas que dura el curso gratuito, estas mujeres migrantes se conocen y socializan. No todo va a ser dominar la natación a crol, mariposa o espalda.
Algunas como Serafina de 35 años ya sabían nadar. Ella lo hacía en su país, Guinea Ecuatorial, pero “llevaba cinco años sin practicar”, se lamenta. En Gipuzkoa desde abril de 2022 siente que gracias a la iniciativa ‘Emakumeok Mugimenduan’ ha reconectado con la natación “que es mi deporte” y, además, le permite convivir con otras mujeres migrantes y también vascas.
En la actualidad, Ordizia es el municipio vasco con mayor población inmigrante. Y si para cualquiera, independientemente de su sexo, es difícil arrancar una nueva vida a muchos miles de kilómetros de distancia de su país de origen, para las mujeres, simplemente por el hecho de serlo, lo es aún más. “Hay aspectos que les impedían acercarse a un polideportivo”, explica Goizane lvarez, diputada de Deportes y Cultura de la Institución Foral guipuzcoana. Uno de ellos, sencillo pero crucial, es el horario. Muchas de estas mujeres son madres y se encargan del cuidado de sus hijos, por eso "era importante que los cursillo se hicieran en horario lectivo mientras las criaturas están en clase", argumenta. Este programa pretende que todas estas mujeres migrantes “sean más activas y lleven un estilo de vida más saludable" porque, según dicen, "la salud mejora cuando hacemos deporte juntas”.
Termina la clase de natación por hoy y Olga admite que, además de su miedo al agua, llegó el primer día al polideportivo de Ordizia temiendo, aún más que al agua, la soledad. “Sabía que no quería quedarme en casa sin hacer nada”, pero tampoco sabía cómo iban a ser las clases, “fui al Ayuntamiento y la asistente social me ayudó a inscribirme en este curso”. Tras la primera clase y aún con el bañador mojado, Olga no se arrepiente: “Aquí no conocía a nadie, es el primer viaje que hago y he tenido la suerte de llegar a un lugar en el que todo el mundo me acoge”, se felicita.
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