En Japón tienen la suerte de poder utilizar palabras que condensan un concepto único. De ahí nace la palabra ikigai, que significa “encontrar el propósito de vida”. También hanami, que es la tradición japonesa de observar la floración de los cerezos en la primavera. Obviamente hay muchos más. Uno de los últimos que acabamos de conocer es shokuiku, que se traduce generalmente como “educación alimentaria” en español y que está compuesto por dos caracteres kanji: 食 (shoku) comer y 育 (iku) criar, crecer, educar. Aunque este sería el significado literal, va mucho más allá de simplemente enseñar a comer bien. Shokuiku abarca una gran variedad de experiencias relacionadas con la alimentación, como los modales en la mesa, el consumo responsable y la importancia de no desperdiciar comida.

 “A menudo, en los medios fuera de Japón se describe shokuiku solo desde el punto de vista de la nutrición, pero su significado es más amplio. No se trata solo de qué comemos, sino de cómo nos relacionamos con la comida en la vida cotidiana. En Japón se enseña tanto de forma estructurada, en escuelas o programas oficiales, como de manera natural, dentro del hogar y en la convivencia diaria”. Quien habla es una experta en la materia, Kyoko Kawaguchi (Kumamoto, 1982) es una periodista japonesa, afincada en Barcelona, y amante de la gastronomía que acaba de publicar ‘Shokuiku: los secretos de una japonesa para comer saludable’ (Lunwerg editores), un libro que con muchas dosis de humor, nos sumerge en la filosofía shokuiku y nos ofrece una perspectiva única sobre la alimentación y la nutrición arraigadas en la cultura japonesa. 

“Aunque en español no haya una palabra exacta para definirlo, creo que muchas familias en España y en otros países ya aplican estos valores sin llamarlos así. Mi intención con este libro no es presentar shokuiku como un modelo a seguir, sino invitar a reflexionar sobre nuestra relación con la comida y encontrar maneras prácticas de mejorarla en el día a día”.

El shokuiku es toda una filosofía que aprenden ya los niños en la escuela, aunque no exista una asignatura como tal, sí que es un concepto que se extiende a varias materias. “Por ejemplo, en kateika (economía doméstica), que es una asignatura obligatoria desde quinto de primaria hasta bachillerato (aproximadamente entre los 10 y los 18 años), donde se incluyen temas relacionados con la alimentación. En estas clases, aprendemos sobre cocina, costura, nutrición, economía doméstica, consumo responsable y condiciones de vida, entre otros aspectos”, subraya a la web de Informativos Telecinco, Kyoko Kawaguchi. 

Además, la hora de la comida escolar también forma parte del shokuiku. Los alumnos sirven su propia comida y comen juntos, lo que les enseña no solo a manejar los alimentos de manera higiénica, sino también a compartir la mesa con respeto y gratitud. Ya en casa, este concepto se integra en la vida cotidiana: “En mi casa, un ejemplo claro de shokuiku era cuando comíamos nabe (olla japonesa). Lo especial de esta comida es que se cocina y se come al mismo tiempo. Colocamos una olla sobre un camping gas o una placa de calor en el centro de la mesa y vamos añadiendo ingredientes poco a poco. En algunas ciudades españolas, los restaurantes de hot pot chino ofrecen una experiencia similar”. Este sencillo hábito le enseñó, entre otras cosas, cómo cambia la textura de los ingredientes según el tiempo de cocción, cómo evitar intoxicaciones alimentarias (por ejemplo, no usar los mismos palillos para la carne cruda y la comida cocida) y cómo disfrutar de una comida en grupo de manera armoniosa.

¿Sabías que para los japoneses es un desperdicio dejar granos de arroz en el bol? Otra de las curiosidades es que la mayoría termina todo lo que tienen en el bol, de ahí que utilicen los palillos porque es como si cada grano de arroz importara. “Existe un dicho que lo resume muy bien: 'En un grano de arroz residen siete diose'. Quizá por eso, en parte, consideramos que recoger con los palillos el arroz que queda en el cuenco y comerse hasta el último grano forma parte de los modales imprescindibles en la mesa”, expresa en su libro. 

Además de no desperdiciar comida como hábito de vida saludable, también utilizan otro término, itadakimasu, que significa “recibo con humildad” cuando van a comer, y lo mismo cuando terminan que utilizan gochisousama deshita, que significa “ha sido un festín”. Se dice que estas frases tienen un origen budista e incluyen un amplio sentido de la gratitud. 

El concepto de shokuiku nos permite desterrar algunos mitos sobre la cultura gastronómica japonesa, por ejemplo, el sushi es un plato que ellos no consumen habitualmente porque no lo consideran 100% saludable, tal y como explica la autora, sus padres coincidían en que le faltan verduras, un indispensable en la gastronomía japonesa. Así que en su familia lo comían unas tres veces al año. El té matcha no es una bebida que se consume a diario, pero sí el té verde (sin azúcar ni leche añadida). “Sobre el ritual del sado (ceremonia del té), sigue un protocolo muy preciso y requiere conocimientos específicos. Según un informe del Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca de Japón (MAFF), cada vez menos personas poseen los utensilios necesarios para la ceremonia, lo que ha reducido las oportunidades para participar en este ritual, especialmente entre los jóvenes. Dicho esto, mi tía abuela, que falleció hace años, tenía licencia para enseñar sado, y cuando era niña, me servía matcha de manera informal (¡y otra vez, sin azúcar ni leche!). Me gustaba mucho tomarlo así”, explica. 

¿Cómo sería un buen desayuno en Japón? Pues bien, en este sentido cada persona escoge un estilo propio, aunque en los restaurantes que sirven desayunos tradicionales en Japón, es común encontrar un menú con un cuenco de arroz, sopa de miso, platos de verduras y una fuente de proteínas, como huevo o pescado. “A mis amigos españoles les impresiona la cantidad y variedad de platos que toma, pero para mis amigos japoneses no es nada sorprendente, ya que se trata de un desayuno tradicional típico en Japón. De hecho, muchos de mis amigos españoles se sorprendían al ver lo contundente que era mi desayuno, así que decidí compartir en Instagram cómo comemos en casa. Esta experiencia se convirtió en una de mis inspiraciones para escribir este libro”, cuenta la periodista que admite con humor que le cuesta encontrar en España un desayuno tan contundente.

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