En este momento de plena sobreestimulación y de sobreinformación, la atención plena es toda una revolución. Vivir despacio, prestando atención a los detalles no está al alcance de cualquiera. Podríamos decir que eso sí que es un verdadero lujo, ya que la mayoría no podemos alcanzarlo. Sin embargo, las herramientas sí están a nuestra disposición. El mindfulness es precisamente una de las técnicas milenarias que comparte el budismo y que está en auge desde los últimos años y que puede ayudar en este sentido. Pero, ¿qué es y cómo se practica?
“Practicar mindfulness es una forma de estar presentes en la vida. De estar conscientemente presentes, viviendo plenamente y no en piloto automático que es lo que hacemos prácticamente la mitad del tiempo. Es algo sencillo y muy poderoso, aunque no fácil, como habrá podido experimentar cualquier persona que haya intentado parar y prestar atención al momento presente de manera sostenida durante unos minutos, simplemente atendiendo al proceso de su propia respiración. La mente tiende a vagabundear de un tema a otro, como un mono enloquecido. Por eso tiene un valor entrenar mindfulness de manera pautada, con un guía y en grupo”. Quien habla es Sylvia Comas, licenciada en Ciencias Empresariales y Máster en Dirección de Empresas por ESADE, instructora en Reducción de Estrés (MBSR) por la Universidad de Massachusetts y experta en protocolo MBCL (Mindfulness-based Compassionate Living).
En 2018 fundó Mindfulness con Corazón, una iniciativa personal que promueve la práctica de mindfulness centrada en el desarrollo del cuidado, la amabilidad y la compasión hacia uno mismo y hacia los demás. Ahora Sylvia, junto con Erik van den Brink, psiquiatra, psicoterapeuta y profesor de mindfulness, y Frits Koster, maestro de meditación Vipassana e instructor certificado de mindfulness en MBSR y MBCT, ha publicado ‘Mindfulness con corazón’ (editorial Koan), una guía práctica con la que cultivar la compasión y la atención plena.
Sí, ya que tal y como explican, en Occidente tendemos a diferenciar la mente, los aspectos cognitivos de la conciencia, del corazón, pero en las tradiciones orientales es diferente. “Por ejemplo, el ideograma que en chino simboliza mindfulness o atención consciente es un ideograma combinado que asocia la idea de estar presente con la de corazón, entendiendo por corazón no el órgano que bombea sangre sino la mente/corazón. Así pues, mindfulness sería estar presente con y desde todas las dimensiones de la mente/corazón. Como dice Jon Kabat Zinn, uno de los principales divulgadores de la práctica de mindfulness, podríamos también usar la palabra 'heartfulness'. En el proceso de ir entrenando mindfulness para vivir de una manera consciente, momento a momento, vamos progresivamente abriendo la mente y el corazón”.
Abrir el corazón significa que podemos mantenernos presentes incluso en momentos difíciles o de sufrimiento, en vez de luchar contra lo que ocurre o intentar evitarlo. También, que podemos aceptar con amabilidad todo aquello que se presenta a nosotros, incluso lo que es desagradable.
Así lo explica Sylvia Comas: “La compasión nos ayuda a responder de manera más positiva al sufrimiento, a manejarlo mejor. Y eso es básico, porque el dolor y el sufrimiento son inherentes en el ser humano. Yo diría que a medida que vamos practicando mindfulness vamos teniendo más autocompasión, que es una cualidad más interesante y valiosa que la autoestima. En efecto, la autoestima implica evaluarse a uno mismo positivamente y a menudo implica la necesidad de ser especial y estar por encima del promedio. La búsqueda de una autoestima alta puede ser problemática”.
Para esta experta en la materia, la autocompasión, sin embargo, no implica autoevaluación ni comparaciones con los demás, sino que supone tratarse a uno mismo con amabilidad, reconocer la humanidad compartida y ser consciente al considerar los aspectos negativos de uno mismo.
Muchas veces desarrollar la compasión puede ayudarnos a desbloquear muchos problemas que tenemos en nuestra vida. ¿En qué nos puede ayudar y cómo podemos desarrollar la compasión? Parece fácil, pero no lo es…
Para empezar quizá debamos primero entender qué es la compasión, los autores del libro proponen ir a la definición que propone el psicólogo inglés Paul Gilbert quien dice que es la capacidad de ser sensibles al sufrimiento, el nuestro y el de los demás, asociada a un deseo intenso de aliviarlo.
“La compasión puede entrenarse con ejercicios, meditaciones y reflexiones como las que se proponen en el libro. Efectivamente no es fácil. En primer lugar, la compasión puede surgir cuando nos abrimos a experimentar conscientemente el sufrimiento, y eso es algo contraintuitivo porque la reacción habitual es tratar de evitarlo. En segundo lugar, cuando estamos inmersos en las prisas y las preocupaciones de la vida cotidiana, no hay suficiente calma y el corazón se cierra”, expresa Sylvia Comas en una entrevista para la web de Informativos Telecinco.
Empezar a practicar la compasión a través de la atención plena, aseguran, tendrá beneficios en nuestro bienestar. Por ejemplo, puede ayudarnos a reducir el estrés, además cuanto más practicamos la atención plena menos errores cometemos en nuestro día a día porque somos capaces de concentrarnos más. En consecuencia, también ayuda a mejorar la memoria y la toma de buenas decisiones, y a mejorar las relaciones con el entorno y los demás. “Mindfulness se asocia a una mayor empatía y a una reducción de la hostilidad, así como a una forma más amable, conectada y lúcida de relacionarnos con nosotros mismos incluso en situaciones de fracaso, percepción de insuficiencia e imperfección”, añade Sylvia.
No es sencillo, como dicen, si lo has intentado alguna vez, te habrá resultado complicado parar, respirar de forma consciente e intentar frenar los pensamientos que una y otra vez se balancean como monos en la selva. “Por eso tiene un valor entrenar mindfulness de manera pautada, con un guía y en grupo. Puede hacerlo cualquier persona, incluso los niños. Yo diría que a medida que vamos practicando mindfulness vamos teniendo más autocompasión, que es una cualidad más interesante y valiosa que la autoestima. Esto implica evaluarse a uno mismo positivamente y a menudo implica la necesidad de ser especial y estar por encima del promedio. La búsqueda de una autoestima alta puede ser problemática. La autocompasión, sin embargo, no implica autoevaluación ni comparaciones con los demás, sino que supone tratarse a uno mismo con amabilidad, reconocer la humanidad compartida y ser consciente al considerar los aspectos negativos de uno mismo”.
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