Es la política de moda. En parte por un pronóstico: “Es la primera mujer con posibilidades de ser presidenta del Gobierno”, que ha dicho de ella no un cualquiera, sino el mismísimo Iván Redondo, cuya palabra iba a misa antes de dejar de ir tras su abrupta salida de Moncloa. En otra buena medida, por su protagonismo en la mayor crisis que ha atravesado el Gobierno de coalición: la pelea por la reforma laboral que promete emociones fuertes de aquí a que acabe el año.
Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda, ministra de Trabajo, sobrelleva el peso de los focos con naturalidad de abogada laboralista curtida en mil batallas y oficio de política con muchos trienios y mucha calle antes de pisar moqueta.
En Díaz hay un algo de camuflaje. Tras el tono suave, dulce incluso, de su discurso, hay una negociadora tenaz, persistente, que presume de ser “la última” que se levanta de todas las mesas. Su imagen, además, rompe con el cliché que algunos aún conservan del sindicalismo, y más en concreto el del metal, que ha forjado su carácter.
“Se fraguó siendo valiente, saliendo de la zona de confort, no conformándose con ser la líder de algo pequeño y por saber adaptarse y jugársela contra enemigos”, cuenta Suso Basterrechea, político y amigo personal de la actual ministra, a la que conoció cuando ella entró en el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Ferrol. En la prehistoria de su actual status a La Moncloa (Redondo dixit).
“Es muy exigente con ella misma, siempre busca la perfección. Es incansable”, añade para definirla. Una opinión similar a la que aporta Jorge Suarez, que fue alcalde de Ferrol por Ferrol en Común. “Es una trabajadora inagotable. Tiene una gran capacidad para detectar el problema concreto de los colectivos a la primera y eso le hace ganarse el apoyo popular”.
Con estos mimbres, el perfil de Díaz, que “duerme poco y tiene por hobby su trabajo”, ha ido creciendo hasta convertirse en uno de esos productos que, de cuando en cuando, exporta Galicia para hacerse notar más allá de sus fronteras. Como el Superdepor. Como Amancio, el de Zara.
Su Arteixo es Fene, el pequeño pueblo de la bahía de Ferrol (el del Caudillo, paradojas de la vida) en el que nació hace 50 años. Todas sus biografías subrayan que a un paso de los astilleros de Navantia, como si eso explicara lo que luego ha sido: una mujer marcada por ese entorno, además de la familia.
Es la pequeña de tres hermanos, los otros dos varones, hija de Carmela y Suso. Su padre fue un obrero que pasó por la cárcel en la dictadura. Militante del PCE, llegó a ser Secretario General de Comisiones en Galicia. Con un tío también político, en su caso del BNG, Díaz se empapó de militancia desde la cuna. Afiliada al PCE tan pronto como pudo, su escalada comenzó en el ayuntamiento de su pueblo. Sudando la camiseta, según recuerdan quienes estuvieron entonces y siguen cerca de ella.
“Cuando Yolanda era concejal”, rememora Basterrechea para describir el estilo Díaz, “acudía a los consejos escolares de los colegios como representante del Ayuntamiento. Es algo que los políticos nos tomamos con cierta relajación. Pero ella no. Era la única que siempre iba, llegaba una hora o media hora antes, y lo primero que pedía era la documentación de la reunión y antes de entrar se la estudiaba. ¡En un consejo escolar, de un instituto pequeño de Ferrol! Ese esfuerzo te da una idea de lo que es Yolanda”.
Basterrechea mantiene el contacto con la ministra. Hablan de vez en cuando - “Siempre que ella llama, yo procuro dejarla tranquila”, dice- y procuran no hablar de política. Su impresión es que el poder de ahora de la vicepresidenta no la va a alejar de sus viejas banderas: Alcoa, As Pontes… “Siempre ha estado en ese lado, el del de los trabajadores. Era pequeñita y ya la llevaban de manifestaciones, valora el mundo del trabajo como poca gente lo ha valorado, ha vivido en su carne de niña las represalias de esa lucha”.
“Es una mujer muy inteligente, muy capacitada, sabe jugar roles, adoptar posiciones y sabe perfectamente lo que es. Y lo que la ha llevado a donde está es eso”, apunta. Palabras también de amigo.
El ascenso, de ella, y la distancia no han borrado entre sus próximos el recuerdo de la que para ellos sigue siendo Yolanda. Así, por su nombre. Jorge Suárez rememora, por ejemplo, el tiempo que vivieron próximos en su etapa como parlamentaria en Galicia. Y el precio que tuvo que pagar por su forma de hacer política: “Coincidió con el nacimiento de su hija, y se perdió muchas cosas de su infancia”, afirma.
“El parlamento puedes vivirlo yendo solo a las sesiones de control o hacerlo intensamente. Ella usaba el cargo para moverse por toda Galicia, conocer los problemas y llevarlos al congreso” -detalla Suárez- “y se lamentaba de perderse momentos con su familia, pero tenía claro que ella formaba parte de un proyecto colectivo importante, algo que se hacía con el esfuerzo de mucha gente”.
Galicia, donde todo empezó -como concejala y diputada regional, como líder de EU y de En Marea- es el pasado en el que se acumulan los recuerdos. Un lugar al que volver. El proyecto de ahora de Díaz está fuera de allí. Y es liderar el espacio político que se abre a la izquierda del PSOE. Además de la hija de Suso, es la elegida por Pablo. Iglesias que la animó primero a dar el salto a Madrid como ministra, le puso en camino al ascenderla a vicepresidenta y proponerla como cartel electoral. Carácter, carisma, imagen... debió entender que lo tenía todo.
En ello está. Con el peso a cuestas que la ha supuesto ese paso a primerísima línea. Con un proyecto en construcción que le abre una disputa a varias bandas: con la derecha, por supuesto. Pero también con sus socios de gobierno, con los que rivalizará por el electorado transversal. Y con sus compañeros hasta ahora de filas, los de Podemos, con los que tiene que ver como se organizan. Todo un reto para esa Díaz sin otro carnet que el del PCE, aguerrida en la defensa de sus trinchera.
Como dice el ex alcalde Jorge Suárez: "Te puede decir cuando te ve 'Hola lindo’ con el mayor cariño, pero luego, si no está de acuerdo contigo, le sale toda la garra, es muy contundente y muy vehemente”.
Yolanda Díaz -la ministra de los 12 acuerdos con patronal y sindicatos; nuestra señora de los Ertes; la política que tumbó ella sola, dicen, el Pacto de Toledo en sus tiempos en IU; la que vive para adentro sus desavenencias con Sánchez, ya advirtió en mayo: “La legislatura empieza ahora”. Marcaba el inicio de su propio tiempo.