"Sóc el més vell del barri, eh" (Soy el más viejo del barrio, eh). Joaquim Puig i Prats no pierde ocasión de presumir de edad y salud, y hoy no iba a ser menos. En el San Valentín de las urnas y el virus, este abuelo de 99 años, pelo y bigote blanco cuidadosamente peinados, acaba de encestar su papeleta electoral.
No ha sido tarea fácil: para la ocasión se ha requerido de un Ford Fiesta verde oliva algo renqueante, dos muletas, una mascarilla FFP2 de nueva adquisición, un paraguas y una bufanda. Todo eso y dos asistentes: Xavier -el hijo- y Martí -el nieto, quien tiene el placer de escribir estas líneas-.
Xavier iba al volante y se la ha jugado al invadir y estacionar en el carril bus, encendiendo las luces de emergencia y echando el freno de mano delante del colegio Santa Dorotea, en el barrio de Sarrià de Barcelona, mientras un Mosso d'Esquadra, atónito, miraba con cara de reproche hasta que ha visto que una mata de pelo blanco salía del coche, esperando que le fueran entregadas las muletas que viajaban en el asiento trasero.
Acomodados los brazos, mientras Xavier abandonaba raudo el lugar, Joaquim se dirigía al fondo de la correspondiente fila cuando todos los presentes, amables, le han cedido paso. Escoltado por el citado policía, el abuelo ha salvado con atención dos traicioneros escalones antes de frenar en seco, como atendiendo el pistoletazo de salida cual Usain Bolt.
Tocaba untarse las manos con el dichoso gel, proporcionado por una amable trabajadora del lugar, y avanzar pasito a pasito, suave suavecito, hasta la mesa del fondo.
Hombre previsor, Joaquim llevaba el voto preparado en el bolsillo izquierdo del abrigo, junto al documento de identidad ya desenfundado.
"Buenos días, vengo a votar". Buenos días, señor, le han saludado los tres integrantes de la mesa electoral: "Deje el DNI en este folio de papel, si es tan amable".
Una guerra civil, tres años de mili, casi cuatro décadas de dictadura y otras cuatro de democracia y Joaquim todavía no se había visto en la tesitura de tener que depositar su carné en una hoja de papel para evitar que el virus le asalte sin avisar.
Así ha comenzado una breve tertulia que el nieto miraba de abreviar para no entorpecer la votación, tarea que no han puesto fácil el presidente de la mesa y los dos vocales, sorprendidos por la labia del viejo.
Insisten en que no es la edad lo que les sorprende, es el hecho de que Joaquim esté tan pancho, un 14 de febrero de un año de pandemia mundial, votando y charlando sin más.
Emitido el voto y grabado el debido breve vídeo de recuerdo, el abuelo toma una curva de 180 grados, pues se sale por un pasillo contiguo al que se entra.
En la puerta, una vez se han repartido los necesarios agradecimientos entre el personal del colegio electoral y los votantes, toca esperar que vuelva a aparecer por el carril bus el Ford Fiesta, esta vez previa aceptación del Mosso, que dice que sin problema.
Faltaban dos sorpresas para poner el broche final a la crónica: en la acera de enfrente, la candidata de JxCat, Laura Borràs, atiende a los medios como manda el protocolo en días de elecciones.
En esos mismos instantes, mientas Joaquim espera apoyado en una farola, aparece en el colegio electoral el presidente provincial del PPC, Óscar Ramírez, acompañado por la exlíder del PP catalán Alicia Sánchez-Camacho y el senador Rafael Hernando.
Llega el coche, el abuelo acomoda el trasero en el asiento del copiloto y agacha la cabeza para no darse con el borde superior de la ventana, Martí coloca las muletas en el asiento trasero y releva a Xavier al mando del volante, pues ahora le toca a él votar.
"Som-hi", dice Joaquim. Operación 14F solventada con éxito. Hasta la próxima, urnas.