Los expertos no se cansan de repetirlo: hay que evitar al máximo nuestros contactos y nuestras reuniones, aunque sean con nuestra familia o nuestros amigos. El riesgo de contraer coronavirus se incrementa aún más en lugares cerrados y con gran afluencia.
Aunque de esto eran plenamente conscientes Núria y Marcel, un matrimonio de Cataluña, la falta de protección provocó que esta familia viviese en sus propias carnes la tragedia de la covid. La pareja acudía un día a la semana a casa de los padres de ella a comer, una tradición que ni la pandemia pudo con ella.
Allí era en el único lugar donde ambos se quitaban la mascarilla, ajenos al riesgo que estaban cometiendo. A principios de octubre saltó la primera señal de alarma: el padre de Núria tenía fiebre. Ese mismo día al regresar del trabajo, esta catalana vio como la situación empeoraba: su marido también tenía fiebre y al poco, ella también. Solo faltaba por confirmar su madre, que también confirmó que superaba los 37 grados.
Todos se habían contagiado de coronavirus. En solo dos semanas, toda la familia estaba en el hospital. El matrimonio fue directo a la UCI del hospital de Figueres y el padre de Núria a la Clínica del Remei, donde necesitó respiración mecánica.
Tras el susto, parecía que llegaban las buenas noticias. Núria y su madre pudieron ser dadas de alta. Su padre, a sus 76 años, también consiguió el alta tras 45 días ingresado. Pero lo peor aún estaba por llegar: Marcel, de 54 años, fue trasladado a la UCI del Hospital de Bellvitge con graves complicaciones. Dos días después, el 27 de noviembre, se confirmaba la peor de las noticias: Marcel había muerto. Su familia ha querido compartir su historia, recogida por El Caso, para concienciar de los peligros de las reuniones familiares, sobre todo ahora que se acerca la Navidad.