Tras más de un mes desde el final de la erupciónfinalerupción del volcán de Cumbre Vieja, La Palma lucha por volver a reanudar la vida tras la destrucción dejada por la lava.
Frente al manto de ceniza que cubre calles y tejados, así como frente a los establecimientos y viviendas engullidas por las enormes coladas, la esperanza la ponen todos esos vestigios que apuntan a nuevas formas de resurgir tras la devastación.
Ejemplo de ello son las fajanas que dejó el volcánvolcán. Aún pasará un tiempo antes de poder disfrutar de las playas más vírgenes y jóvenes de España. Son decenas de nuevo terreno salvaje donde las olas van dibujando con su fuerza nuevas explanadas de arena negra.
Caprichosos, los salientes van parcelando las nuevas playas de La Palma, mientras la colada, ya solidificada, gana y pierde terreno en la línea de costa mientras las mareas siguen modificando el litoral, cada vez más erosionado, y que incorpora ya decenas de playas.
Sorprenden también las fumarolas, que siguen activas mes y medio después de que el volcán quedase oficialmente extinguido: “Los gases van pudiendo salir y, con el contacto con el agua, pueden crear esa especie de fumarola”, explica Rubén López, vulcanólogo del IGM.
Mientras, bajo el mar, la erupción del volcán y el brusco cambio de la temperatura no ha podido con la vida: las algas comienzan poco a poco a cambiar el color de las grandes rocas, que se pintan de tonalidades amarillas y verdes; un tapiz que atrae a nuevos seres vivos.
“Es sorprendente ver que en tan poco tiempo ya hay bastante vida: 30 especies de peces son muchas, y eso que el sustrato está pegado, no tiene ninguna complejidad”, explica Rogelio Herrera, de Biodiversidad del Gobierno de Canarias.
Estamos aún en una fase inicial: la fajana es una zona de exclusión que con el paso del tiempo se convertirá en otro de los atractivos de La Palma.