Sin mascarillas y a todo trapo. Madrid no es un Carnaval pero a veces lo parece. Madrid se ha convertido en destino favorito para los turistas que anhelan la diversión, y que en sus países tienen todo cerrado. Es el caso de los jóvenes franceses. No solo es que encuentren más libertad en las calles y los restaurantes y bares sino que se saltan el toque de queda con trenecitos, o las restricciones de convivencia con fiestas ilegales. Cierran los bares y siguen la juerga en las calles, ajenos a normas y multas.
Incluso cuando se encuentran con un coche camuflado de policía, la gracia es no dejarles pasar. Se da la cruel paradoja que estos agentes van a una llamada de un fallecido por covid en su casa y no pueden pasar. No respetan los jóvenes en su euforia ni las normas ni a los muertos, hoy más de 600 en España. La trifulca acabó con tensión porque la policía acabó llamando a los refuerzos. El problema es que pasa todas las noches. Cuando se acerca el fin de semana las maletas empiezan a desfilar por el centro. entre españoles y extranjeros, la policía municipal, cansada, desmantela 400 fiestas ilegales de media cada fin de semana.
En Francia, los locales y las actividades culturales permanecen cerrados, los restaurantes no pueden servir comida en los establecimientos y a las seis de la tarde hay un estricto toque de queda. Ante este hecho, todas aquellas personas que buscan ocio y algo de diversión han puesto sus ojos en la capital del estado vecino, Madrid.
Los hay que solo quieren volver a 2019, a sentir que viven. Pero el hecho de que muchos no respeten las normas esenciales también les señala. Con los muertos no se juega. "¡Aquí hay vida, sucede de todo!", confiesa Clara, una estudiante francesa de 22 años, tras salir de un concierto cerca de la Gran Vía de Madrid. "¡Todo está abierto! Hasta con el toque de queda podéis hacer miles de cosas, así que hay que aprovechar. Sentí una gran satisfacción al sentarme en mi primera terraza". Y un dato más. Ellos también se sienten seguros. "Me sentí segura porque el uso de mascarillas es mucho más respetado aquí que en Francia o Gran Bretaña" sentencia Clemence. El respeto debería, pues, ir en las dos direcciones. Y las normas, cumplirlas. Porque de no hacerlo, lo abierto volverá a estar cerrado en breve.