Las previsiones de los expertos han sido claves para que el operativo de evacuación por la erupción del volcán de La Palma, haya funcionado como un reloj. Sin embargo, nada se ha podido hacer para evitar que la lava engulla cultivos y casas. Casi 200 viviendas han quedado enterradas ya para siempre.
Antes de que la lava alcance las viviendas el calor hace estallar todas las ventanas. Más de 1.000 grados centígrados de temperatura que funden poco a poco los pilares.
Como si fuesen de plástico una tras otra, las casas desaparecen. Ya son más de doscientas viviendas sepultadas por este inquietante río negro de varios metros de altura.
Una tragedia que se desarrolla a cámara lenta tan solo avanza 700 metros por hora. Como un rodillo imparable. La lava se cuela en los jardines, se sumerge en las piscinas y entra por ventanas de unas viviendas que vemos por última vez.
Los vecinos expresan con tristeza impotencia lo que están viviendo: “que pena, toda la vida trabajando para esto”, pero nadie puede hacerle frente.
Solo la orografía es capaz de salvar algunas viviendas de la caprichosa trayectoria de la lava.