La princesa Leonor jura la Constitución el próximo 31 de octubre, el día de su cumpleaños, en el Congreso de los Diputados, cerrando así un mes lleno de fechas clave en su vida. En contraposición con lo ocurrido con su padre en 1986, ni el rey emérito Juan Carlos I ni doña Sofía han sido invitados a la sesión solemne de las Cortes. Tampoco acudirán al posterior acto que tendrá lugar en el Palacio Real, en el que se impondrá el Collar de la Orden de Carlos III a la Princesa de Asturias. 900 agentes velarán por la seguridad del acto.
En línea con el distanciamiento que Felipe VI ha querido marcar con su progenitor en los últimos años, sobre todo a raíz de su marcha a Emiratos Árabes Unidos en agosto de 2020 en medio de las investigaciones judiciales en su contra que finalmente no han prosperado, el emérito solo ha sido invitado a la celebración familiar con la que se conmemorará el 18 cumpleaños de la princesa y la jura de la Constitución.
Dicha celebración familiar y privada, a la que han sido invitados tanto la familia del rey Felipe VI como la de la reina Letizia, tendrá lugar en el Palacio de El Pardo y no en la Zarzuela, residencia oficial de la Familia Real y que fue también la residencia de Juan Carlos I durante más de cuatro décadas, lo que viene a certificar esa diferenciación.
Está por ver si finalmente el emérito viaja a España para esta celebración, que sería además la primera ocasión en la que pudiera reencontrarse con su nieta y futura reina, ya que en sus viajes a España desde que se instaló en Abú Dhabi ambos no han coincidido. La princesa Leonor se encontraba estudiando en Gales cuando se produjo la única visita de su abuelo a Zarzuela, en mayo de 2022, y no pudo asistir al almuerzo familiar.
La ausencia de quien fuera rey hasta 2014 contrasta con la presencia en un lugar destacado de su padre, cuando el 30 de enero de 1986 su nieto y entonces príncipe de Asturias juró la Constitución. El conde de Barcelona estuvo sentado en el escenario junto a la infanta Elena y la infanta Sofía.
En aquella ocasión incluso el entonces presidente del Congreso, Gregorio Peces-Barba, le mencionó expresamente en el discurso que pronunció antes de que el príncipe Felipe jurara la Constitución, conforme al artículo 61 de la misma, un gesto que repetirá ahora su hija mayor.
La Corona, defendió Peces-Barba "es una institución central que simboliza la unidad y permanencia del Estado". "Su fortaleza es para todos (...) de gran importancia, y hoy celebramos un acto que expresa su continuidad, su prolongación en el tiempo", defendió el que más tarde sería rector de la Universidad Carlos III.
"La monarquía no basa su prestigio solo en el afecto y el respeto que a todos los españoles nos inspira su majestad el rey, y en su actitud de permanente servicio a España, a los intereses de nuestro pueblo y de su sistema parlamentario representativo", aseguró, en referencia a Juan Carlos I.
"Se basa también en el esfuerzo y el sacrificio del Conde de Barcelona, y en su conducta ejemplar en defensa de los valores de respeto al imperio de la ley y de la libertad individual durante muchos años, y se basa, por fin, en su continuidad, expresada en este acto", resaltó el entonces presidente del Congreso.
En su libro 'La democracia en España. Experiencias y reflexiones', Peces-Barba explica que con su mención al padre del entonces rey quería "señalar el significado de la presencia de Don Juan de Borbón en el lugar preeminente que le correspondía". "Era también la primera vez que de una manera tan relevante y pública se reconocía el papel del Conde de Barcelona", destaca.
Cabe recordar que el conde de Barcelona no estuvo presente en la coronación de su hijo como Juan Carlos I el 27 de noviembre de 1975, una semana después de la muerte de Franco, con quien pactó en 1948 que su hijo se educaría en España, y tras haber sido proclamado Rey el 22 de noviembre.
Don Juan siempre mantuvo la esperanza de poder reinar algún día como heredero de Alfonso XIII y el hecho de que su hijo aceptara en julio de 1969 su designación como sucesor de Franco, con el título de rey, sin contar con él provocó su malestar y un distanciamiento entre ambos. De hecho, el Conde de Barcelona no renunció formalmente a sus derechos dinásticos hasta mayo de 1977 con una ceremonia familiar en la Zarzuela.