A dos semanas para que empiece oficialmente la campaña, en los cuarteles generales de los partidos políticos hacen cuentas con los sondeos desplegados encima de la mesa. Todos dan una clara victoria al PP de Alberto Núñez Feijóo, excepto la del CIS de Tezanos, pero en ninguno llega a la mayoría absoluta. Necesitaría a Vox para gobernar o al menos para poder ser investido presidente del Gobierno con la dificultad y los quebraderos de cabeza que implica pactar con la ultraderecha como se está viendo estos días en algunas comunidades autónomas. En la otra parte está Pedro Sánchez -que sale como perdedor- y necesita movilizar a todo el voto progresista y que Yolanda Díaz no se hunda con Sumar.
La gran batalla está entre PSOE y PP, solo sus dos candidatos pueden ser presidentes del Gobierno como señala de forma insistente Sánchez, pero la capacidad de resistencia de Vox y el empuje de Sumar influirán en la suma de los bloques de izquierda y de derecha. ¿El tercer partido será determinante? ¿Será clave quedar tercero y no cuarto para la suma de los bloques? ¿Las formaciones de Abascal y Díaz serán decisivas para inclinar la balanza entre un gobierno progresista o uno conservador?
Tanto el PSOE como el PP están jugando la carta del voto útil para concentrar bajo sus siglas a todos los electores de su espectro ideológico. "Los terceros se reparten las migajas de la ley D´Hont", dice a NIUS el presidente de GAD3, Narciso Michavila, que sostiene que la tercera plaza tiene un valor "más político y sentimental que electoral" porque se está produciendo una vuelta al bipartidismo donde populares y socialistas están optimizando todo el voto posible. Ahí va a estar la clave.
La predicción de Michavila en estos momentos es que el bloque de la derecha suma para poder gobernar aunque se están detectando ciertas transferencias de la derecha a la izquierda en los últimos días. Para el sociólogo, si Feijóo consigue un muy buen resultado será porque se ha llevado todo el voto de Ciudadanos y ha arañado muchos a Vox. "Si Vox está flojo será porque se ha ido su voto al PP", sostiene y por tanto, quedar tercero o cuarto no será determinante para cada bloque. Vaticina además que la formación de ultraderecha y Sumar van a tener muy complicado entrar en las circunscripciones que reparten menos de 6 escaños.
El politólogo Pablo Simón señala que para que un tercer partido pueda ser crucial a la hora de conseguir representación se tienen que producir dos condiciones: que el porcentaje de voto que obtenga ronde el 15% y que la distancia entre el primero y el segundo no sea excesivamente grande. "Ser tercero es más importante cuando se cruza ese umbral y cuando la distancia entre los dos partidos que tienen más votos es corta", afirma.
Unas cifras que operan especialmente en las circunscripciones pequeñas y medianas que reparten menos de 7 escaños. Si se traslada a estas provincias la intención de voto nacional de la última encuesta de GAD3 (PP-36%, PSOE-27%, Vox-15% y Sumar-11%), en Córdoba, por ejemplo, el PP sacaría tres diputados (uno más que en noviembre de 2019), el PSOE sacaría dos (igual que en 2019), Vox se llevaría un escaño (igual que en el 2019), pero Sumar perdería el único diputado que Unidas Podemos sí obtuvo en 2019.
Este ejercicio hay que tomarlo con cautela porque la media nacional de porcentaje de voto no se reproduce exactamente igual en todas las circunscripciones provinciales.
Michavila indica que si los dos grandes partidos superan el 30% de los votos, tendrán escaño en todas las circunscripciones porque la ley les beneficia en detrimento de los otros dos que salen perjudicados. También apunta a que a igualdad de votos entre Vox y Sumar, el partido de Abascal puede tener más escaños porque Díaz concentra a todo su electorado en las grandes circunscripciones mientras la ultraderecha tiene un voto más rural.
El sistema electoral español se rige por la ley D´Hont, el método de asignación de escaños, y por el número de diputados asignado a cada circunscripción electoral con poblaciones muy dispares. En las grandes provincias -las que reparten más escaños- la correlación entre el número de votos y los diputados es muy proporcional a la población real. En las pequeñas no. Y es ahí donde las terceras fuerzas lo tienen más difícil. En algunas ocasiones porcentajes de voto muy altos, superiores al 15%, se pierden y todo se lo reparten PSOE y PP.
Unidas Podemos y sus confluencias sacaron 35 diputados en la generales de 2019 con el 12,97% de los votos. Obtuvieron escaño en 24 de las 51 circunscripciones provinciales. Apenas tuvo representación en la España más despoblada, solo 3 en las de 5 o menos escaños. 16 salieron de las que reparten entre 6 y 10, 6 en las de entre 11 y 15 y 10 en las de más de 30, Madrid y Barcelona.
El caso de Vox es el contrario. El partido de Abascal sacó un buen número de escaños en la España vacía que ahora podrían estar en riesgo si se agrupa el voto en torno al PP y al PSOE. En 2019 sacó 20 de sus 52 diputados en provincias que reparten 6 o menos escaños, de hecho obtuvo 9 en los distritos más pequeños que reparten 3 y 4 diputados. Vox sacó 9 entre Madrid y Barcelona y el resto, 23, en provincias que reparten entre 16 y 7 diputados.
Las cuentas que hacen en Moncloa y en Ferraz es que con los datos del 28M en la mano, aunque no son extrapolables a unas generales, hay partido. Admiten que el PP mejora notablemente sus resultados, pero no suma mayoría absoluta con Vox. Subrayan que los socialistas solo han perdido 400.000 votos respecto a las municipales de 2019, que su porcentaje de voto no baja del 28% (similar al de las generales) y que su suelo es sólido. 3 puntos y medio de diferencia con el PP se puede remontar, defienden.
Todavía no ha empezado la campaña y aunque las tendencias están claras, todavía pueden producirse trasvases. El último CIS publicado indica que un 62,7% tenía decidido su voto antes de la campaña del 28M, pero un 14,1% lo decidió en la última semana, un 3,8% en la jornada de reflexión y un 8,9% el mismo día de las elecciones.
Nadie contempla ahora un escenario que no sea el de mayoría para el bloque de la derecha, pero algunas voces apuntan a que si hay movimientos podría hasta producirse una situación de bloqueo como en los años 2015, 2016 y 2019, los más convulsos de la política española con investiduras fallidas y repeticiones electorales.