A 50 días de volver a poner las urnas para elegir al presidente del Gobierno, Partido Popular y Vox fijan el terreno de juego. La campaña de las generales se solapa con las negociaciones de los gobiernos locales y autonómicos y complica el discurso del líder del PP. Alberto Núñez Feijóo aspira a ocupar todo el espacio de centro en las elecciones generales del 23 de julio mientras Santiago Abascal le tira de la manga derecha para expulsarle de la casilla de la centralidad. En el programa de AR de Mediaset Feijóo ayer se presentaba a sí mismo como un político "previsible", líder de la "reconciliación" y que huye de los extremos. Ese discurso tropieza con Vox al que necesita para gobernar en comunidades autónomas y ayuntamientos y puede que también en el Gobierno de la nación.
Feijóo juega por el momento a esquivar a Vox y adormecer los posibles pactos. Presiona a Abascal para que apoye gratis a los candidatos populares en ayuntamientos y comunidades autónomas sin tener que pagar el peaje de meterles dentro de los gobiernos. Una factura demasiado alta que complica la hoja de ruta establecida desde hace meses en Génova de seducir al votante de izquierda enfadado con el 'sanchismo' y al que repele todo lo que huela a Vox. Además daría munición a Sánchez que piensa construir toda su campaña para revalidar La Moncloa sobre la equiparación del PP a la extrema derecha.
"Si esa fuerza quiere derogar el sanchismo, está en disposición de facilitarlo. Si lo que quiere es tener ministerios o consejerías, eso es otra cosa", decía ayer desde el plató de Ana Rosa. Feijóo sigue apostando a que gobierne la lista más votada aunque le cueste alcaldías o la Junta de Extremadura donde ha empatado a escaños con el PSOE a pesar de que Fernández Vara ha ganado en votos a la candidata del PP. Eso siempre que haya reciprocidad por parte de los socialistas. Todo un órdago a la grande a la formación de Abascal.
Claro que Vox y su líder tienen un máster en eso de jugar al mus y darle la vuelta a la partida. No piensan ceder sus votos gratis y si tiene que gobernar la izquierda intentarán apañárselas para endosar la responsabilidad al PP. "Cuanto antes nos sentemos a negociar mejor. Y si no, que siga gobernando la izquierda que es lo que parece que quieren algunos", respondía desde los pasillos del Congreso su portavoz Iván Espinosa de los Monteros elevando la apuesta.
Eso mientras su jefe advertía a Feijóo de que es refractario a las "presiones" y los chantajes y que parece mentira que no se haya dado cuenta todavía. "Vienen días y semanas de presiones , manipulación y trampas. No aprenden que con Vox no funciona. Nosotros, como siempre. Mano tendida para construir alternativas, sin aceptar ni proponer chantajes. Y mano firme para representar a nuestros electores", avisaba Santiago Abascal. Cualquiera diría que sólo 4 días antes ambos líderes habían intercambiado felicitaciones y hablado de modo cordial por teléfono.
Desde Génova aceptan el pulso. "A Feijóo le hacen la campaña de las generales si votan que no", explica un barón con galones anticipando que el pulso y la batalla por el relato va para largo.
El gallego seguirá jugando una mano que cree ganadora: ningunear a Vox, diferenciarse de ellos porque "son dos modelos distintos" y no meterles en ningún Gobierno para que no interfiera en su campaña construida sobre la gestión, el centro y la moderación. Su modelo es el de las mayorías absolutas como las de Madrid, Andalucía o las cuatro que él mismo consiguió al frente de Galicia y en eso va a estar poniendo distancia con los de Abascal.
El problema es que tiene enfrente el calendario. El 17 de junio se constituyen los ayuntamientos y el PP se enfrenta a su primera prueba de fuerza. Podría perder ciudades clave como Valladolid, Burgos, Guadalajara, Toledo, Cáceres, Castellón y hasta Sevilla y Valencia podrían caer del lado de la izquierda si Vox se abstiene.
Lo mismo ocurre con las comunidades autónomas de Aragón (necesitan a 6 diputados de Vox aunque Jorge Azcón podría explorar otras alianzas con partidos locales); Baleares (Marga Prohens precisa de 5 abstenciones del partido de Abascal); Murcia (a López Miras también le hace falta la abstención de la extrema derecha); Valencia (a Carlos Mazón le faltan 10 diputados) y Extremadura.
Esta es la plaza más difícil para los populares. Allí el PP perdió por un puñado de votos pero podría gobernar si se pone de acuerdo con Vox. El problema es que aunque necesita sí o sí los cinco votos de Vox, su candidata María Guardiola no quiere meterles bajo ningún concepto en su Gobierno y no va ceder ni un milímetro en cuestiones como violencia de género, aborto, inmigración o derechos LGTBI. Vox en cambio no cede y descarta apoyarla si no alcanzan un acuerdo de Gobierno.
Ahora que Guillermo Fernández Vara ya no retira de la política y está dispuesto a dar batalla, Feijóo insiste en lo de la lista más votada si hay reciprocidad en el PSOE. Y eso a María Guardiola no le ha hecho ninguna gracia. "Extremadura no se gobierna desde Madrid", proclamaba en Cuatro después de escuchar a su jefe.
Mientras, Vox dice que está esperando a que el PP les llame y se aclare con lo de la lista más votada y que no pone líneas rojas. Es un decir. En Huesca efectivamente no ponen líneas rojas pero sí verdes. Cosas tan peregrinas como suprimir el festival multidisciplinar Periferias con el argumento de que "sólo sirve para regar a culturetas progres con cientos de miles de euros".
En Valencia donde Mazón tiene que vérselas con el candidato de Vox, Carlos Flores, condenado con un año de prisión por "violencia psíquica habitual" contra su exmujer, exigen cerrar la Acadèmia Valenciana de la Llengua. "Todo un marrón", admiten en Génova. Durante la campaña reclamaron la vicepresidencia para Flores, y consejerías como la de Educación. Hacerse con Educación es el precio que ponen en Baleares a cambio de sus 5 abstenciones, mientras que en Aragón esas "líneas verdes" pasan por eliminar la lengua aragonesa y recuperar el trasvase del Ebro.
Vox lo tiene claro. El único modelo que se plantean es el de gobiernos en coalición como el de Castilla y León y así se lo ha hecho llegar al PP su número dos, Jorge Buxadé. Sólo que el PP no está por la labor de sembrar de 'Gallardos' comunidades autónomas y ayuntamientos y menos cuando Feijóo se juega La Moncloa en cincuenta días.