En los discursos de los políticos ganan protagonismo los insultos y vaguedades. Hace años le llamábamos 'vender la moto' a ese soltarnos una parrafada de los políticos cuando decían lo que querían sin importar qué les preguntaban. Ahora ya a veces no hay ni moto solo "ruido". A pocos días de las elecciones del 28M los candidatos y sus comparsas pasean de una región a otra, de un plató a otro sin decir nada, pero hablando mucho. Un intento por "inflar el suflé", "armar ruido", "confundir", hablar sin decir", como define la profesora de la Universidad Pontificia Comillas, Pilar Úcar, el uso del lenguaje que hacen los políticos se basa en "confundir" al contrario y a su propio auditorio.
Las entrevistas a políticos y los comentarios en las redes sociales parecen las gradas de un estadio de fútbol. Sueltan chascarrillos, insultan, preguntan de forma agresiva a sus compañeros de otros. ¿Por qué los políticos no dicen cosas que le interesan a los electores? La profesora coincide en que tanto en las campañas electorales, -como la actual, de cara al 28M-, como durante la legislatura, "el lenguaje de los políticos se caracteriza por la vaguedad, por la ambigüedad", porque evitan "comprometerse con algo que luego no van a cumplir", asegura.
Pilar Úcar, que lleva años estudiando el uso del lenguaje en política alude a esa frase que acompaña desde siempre a los que deberían ser nuestros representantes. Aquello de, "si no puedes convencer, confunde". Ese parece ser "uno de sus objetivos: hablar, inflar el suflé, que no se entienda nada, que parezca que se dice mucho, pero todo es aire".
Para los electores no pasa inadvertida esta estrategia de "confundir, proponer sin decidir, hablar sin decir, gritar, elevar el tono". Pero son "cosas muy estudiadas", como subraya la especialista en Lengua Española. "Lo que ahora se está utilizando mucho es el ruido, por lo general frases hechas que lo que buscan es "provocar el aplauso y más bien la sorpresa para confundir al contrincante y a su propio auditorio. No tienen otro objetivo. Lo podemos resumir con la palabra confusión."
El objetivo de los partidos parece ser hablan muy poco de nosotros y mucho del enfrentamiento entre partidos. Una escenificación permanente para demostrar que hacen algo, en una lucha que desanima a los ciudadanos. Ellos siguen en sus rencillas, mientras los problemas que interesan a la gente quedan siempre pendientes, en suspenso, como si pudiéramos esperar a la próxima vez.
Los datos del CIS reflejan esa realidad: los políticos y su mal comportamiento siguen siendo el quinto problema que más preocupa a los españoles (12,9%). Mas aún, los problemas políticos se consideran el segundo problema que acecha a nuestro país (22,1% lo piensa).
Repasando los programas electorales constatas que la mayoría son una suma de vaguedades y palabras vacías entre las que abundan frases grandilocuentes como la "defensa de las instituciones, defensa de la Sanidad pública, la Constitución, la bandera. Son propuestas sin concretar que 'venden a bombo y platillo, pero que dejan en suspenso el cómo se harán realidad para esos millones de personas que los votan".
Los políticos eligen temas "para los grandes auditorios, llenar espacio y sobre todo tener presencialidad en los medios", argumenta Úcar. "Lo que más avanza en el lenguaje político en general es el insulto, ahora se insulta con palabras muy cotidianas, 'eres una bruja, eres un hechicero, eres un sinvergüenza' o también abundan las preguntas agresivas en los debates que afectan directamente al contrincante, no al auditorio del tipo 'a que no es capaz de... a que no se atreve a... que lo que buscan es dejar en ridículo al otro". Son insultos algo más sutiles".
En el contexto digital los mensajes son todavía más huecos. El debate de argumentos languidece dando paso a la beligerancia; los mensaje se vuelven más directos, menos reflexivos en esa instantaneidad a la que nos obliga el medio para no quedar sepultado por otro mensaje, casi inmediato.
La mejor política no aplasta, sino que facilita una redistribución para que en el negociado todos los factores ganen algo. Ahora es más palpable la idea de 'liquidar' al otro, al que no piensa como yo, al que no es de mi partido y esto se extiende de la tribuna política a la masa. Basta echar un vistazo a los comentarios de cualquier noticia y los lectores se 'disparan' adjetivos y no argumentos. ¿Nos han contagiado los políticos con su estrategia del insulto?
"El ser humano habla gritando, habla aspaventando, nos insultamos, decimos tacos. Entonces, el lenguaje político es un recogedor de cómo habla la gente en la calle." La duda es si al electorado" eso nos gusta", reflexiona Pilar Úcar que critica una escena vista recientemente en los medios después de que la líder de un partido fuera increpada por una ciudadana en un espacio público y esta le respondiera de mal talante.
"A un político lo increpan o aplauden, pero cuando lo insultan no pueden responder como la gente normal. Un político tiene que resistir, tiene que aguantar. No creo en los políticos que le dan un grito a otro... En su salario está la compostura".
"Lo ideal en todo lenguaje en general sería que se promoviera la comunicación, también en el político... "que el emisor tuviera claro el objetivo del mensaje y pudiera "llegar al receptor sin distorsión ni confusión." Un lenguaje sin ruidos, sin estridencias, sin gritos: claro y preciso" que cumpliera la función para lo que están los políticos "para servir a los demás y ayudar a los ciudadanos y eso se consigue con un lenguaje que no esconda dobles intenciones, que vaya a "la verdad".
En cualquier caso esta especialista subraya que la política debería apostar "por el diálogo y la atenta escucha", porque los líderes de los partidos y sus estrategas de comunicación deberían entender que la mejor manera de llegar y conectar con sus electores es "tender la mano a través de la palabra".