El virrey de Galicia llegó al Partido Popular con la misión de reflotar una marca muy tocada tras la guerra fratricida entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado que colocó a la formación al borde del colapso.
En su primer discurso como presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo puso a los suyos una condición “innegociable”: un partido unido en torno a su liderazgo, se comprometió a ganarle las elecciones a Pedro Sánchez y estableció una estrategia para lograrlo: moderación, serenidad y centralidad.
Nueve meses después los populares han superado la crisis de liderazgo y Feijóo, dueño y señor de Génova, 13, cierra el año como caballo ganador en todas las encuestas privadas publicadas hasta el momento. Y aunque Tezanos sigue dando la victoria electoral a Pedro Sánchez, el CIS de diciembre señala que la brecha entre el PSOE y el PP se estrecha en dos puntos. Eso a pesar de haber sufrido algunos frenazos demoscópicos a la vuelta del verano fruto de la acumulación de errores propios.
Eso sí el ‘efecto Feijóo’ con el que irrumpió con fuerza en el tablero político nacional sufre desgaste de materiales y se ha desinflado un tanto en los 270 días que lleva intercambiándose mandobles con Sánchez en el ring político de Madrid.
Lo que también indican esos sondeos es que el gallego necesita sí o sí de la suma con Vox para poder sentarse en La Moncloa. El sueño de una mayoría “suficiente” que le permitiera gobernar en solitario sin los de Abascal se torna cada vez más difícil. Ganar sin gobernar no es una opción así que Feijóo ha vuelto a rescatar el mantra de que gobierne la lista más votada para estimular el voto útil. “Si no gano, no me corresponde gobernar”, afirmaba el viernes pasado en Antena 3. Una idea recurrente que Sánchez planteó en 2019 y después el propio Feijóo para después meterla en un cajón... hasta ahora.
El plan ‘A’ sigue siendo ensanchar la base ideológica del partido. No sólo quieren ser la casa común del centro derecha sino que también pretenden ser valor refugio de los votantes socialistas “abochornados” con el ‘sanchismo’ y hasta de aquellos que con la resaca del 15M cogieron la papeleta de Podemos “y hoy no se sienten representados por la formación morada” aseguran fuentes de la dirección. Aspiran a captar medio millón de votantes de Ciudadanos que se debaten hoy entre la abstención y la indecisión y a otro medio millón de socialistas huérfanos de siglas. Un millón de votantes que se sumarían a los que recuperan del lado de Vox.
Nada más llegar Feijóo centró la batalla política en la economía, la gestión y la bajada de impuestos tendiendo la mano al presidente del Gobierno con una decena de pactos de Estado. Se reunió con Sánchez a la semana de hacerse con las riendas del PP para ofrecerle un plan sin siglas para hacer frente a la crisis inflacionaria y se comprometió a retomar las conversaciones para desbloquear el Poder Judicial.
Nueve meses después Feijóo ha aparcado la agenda económica para colocar el foco en la reforma del Código Penal, con la derogación de la sedición y la rebaja de penas por malversación, la ley del ‘sólo sí es sí’, o el cambio de mayorías para nombrar la cúpula judicial, lo que le ha llevado a elevar el tono.
Nueve meses después las negociaciones para desbloquear la justicia han saltado por los aires definitivamente (o eso parece) y el PP ha logrado una victoria judicial al lograr que el Tribunal Constitucional paralice la reforma legal del Gobierno para renovar el TC y el Consejo General del Poder Judicial provocando un choque institucional sin precedentes.
Nueve meses después Feijóo descarta llegar a acuerdos con el PSOE de Sánchez. “Con este PSOE no”, ha dicho volando todos los puentes con Moncloa. Desde hace unas semanas el líder del PP reclama insistentemente un adelanto electoral frente a la moción de censura con la que le presionan Vox y Ciudadanos.
2023 será un año clave para hacer realidad el sueño monclovita de Alberto Núñez Feijóo con las elecciones autonómicas y municipales de mayo convertidas en un plebiscito contra Pedro Sánchez. El dirigente popular volverá a recuperar la agenda económica haciéndola coincidir con la cuesta de enero y la previsión de que empeoren algunos indicadores económicos.
Paralelamente convertirán en “enfermedad crónica” las cesiones a los independentistas de ERC y Bildu machacando todos los días con la malversación y la posibilidad de un referéndum en Cataluña, y también con las consecuencias de la ley del ‘sólo sí es sí’. Eso y reclamar urnas cada vez que se tercie.
En Moncloa dicen que por ese camino a los populares el año que viene “se les va a hacer muy largo” hasta que lleguen las generales, pero el gallego encara el futuro con “optimismo” mientras trabaja por instalar entre el electorado la idea de que ha cambiado el ciclo político.