Esta semana, las altas presiones están impulsando en muchas zonas de la Península ibérica lo que se conoce por inversión térmica. Este fenómeno hace que se dispare la contaminación que producimos en su mayoría los humanos.
La inversión térmica se llama así porque define lo contrario a lo habitual. Si bien normalmente la temperatura desciende con la altitud, en situaciones anticiclónicas, por el contrario, hay veces que es más baja en el valle que en la montaña.
“Las inversiones térmicas limitan los movimientos verticales del aire debido a que, en el caso de que una burbuja de aire ascendiera, encontraría aire cada vez más caliente (menos denso) y tendería, en consecuencia, a volver a su nivel de origen. Las inversiones dificultan en gran medida la formación de nubes de desarrollo vertical”, explica la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Existen diferentes tipos de inversiones, como, por ejemplo, la inversión de tierra, que aparece cerca del suelo debido al enfriamiento nocturno por irradiación, y que puede provocar la acumulación de contaminantes cerca de los focos emisores; la inversión de subsidencia, que se forma por el movimiento descendente del aire en los anticiclones, o la inversión del alisio, formada entre la capa húmeda y fresca que acompaña a los vientos alisios y la masa cálida subsidente superior, continúa la agencia meteorológica.
Estos días, la inversión térmica está favoreciendo que las partículas en suspensión de menos de 2,5 micras (PM2,5) queden ‘atrapadas’ en capas bajas de la atmósfera sobre las regiones próximas al valle del Ebro, y que el índice de contaminación destaque la abundancia de dióxido de nitrógeno suspendido en el área centro y sur de la Comunidad de Madrid, así como, en menor medida, en el entorno de Oviedo y Gijón.
Esto hace que la calidad del aire en estas zonas sea entre moderada y mala, sin llegar a ser ‘muy mala’, que representa el nivel más alto de contaminación.