Desde que arrancó el verano hemos visto a diario cómo el fuego arrasa nuestros campos, secos y con aspecto muy decadente. Las altísimas temperaturas de finales de junio tuvieron como resultado miles de hectáreas que ardieron rápidamente con la ayuda del viento y la prácticamente inexistente humedad. La tendencia en verano es que haga calor y se formen nubes de convección que dan lugar a tormentas, pero estas tormentas no son precisamente de mucha ayuda, ya que no dejan apenas precipitación y contribuyen a encender la chispa que acaba en incendio.
La tormenta seca es aquella que no trae precipitaciones pero sí muchísimos rayos. Son peligrosas y frecuentes en el verano, sobre todo durante episodios de calor como los que vive continuamente el continente europeo.
El calor ha sido protagonista en el valle del Ebro y buena parte del país durante el último mes, cuando los incendios han arrasado miles de hectáreas en la península. Aunque buena parte de los focos se inician por causas humanas, existe un fenómeno característico por generar fuegos intensos.
Cuando el frío entra en capas altas y medias de la atmósfera, la humedad que se acumula es muy escasa. De hecho, aunque dejase precipitación, rara vez llega al suelo porque se evapora antes de hacerlo. Las nubes que se forman sí traen, en cambio, mucha actividad eléctrica, que da lugar a los temidos rayos que tantas veces son el origen de grandes incendios. Además, suelen llevar ligadas rachas de viento virulentas que facilitan la expansión del fuego.
Se conocen como rayos nube-tierra. Las descargas eléctricas se generan en la base de la nube, con carga negativa. Para estabilizarse, busca el extremo positivo donde descargar: la superficie.
Generalmente encuentran el camino más rápidamente en zonas altas, más cercanas a la nubosidad. Esto es, en zonas de sierra y áreas costeras con orografía montañosa, como la escarpada región de la Marina Alta en Alicante, que cuenta entre otros con la sierra de Bernia y el Montgó.
Suele descargar este exceso de energía sobre árboles, edificios y tierras elevadas.
Si además el ambiente es seco y ventoso, la ecuación es perfecta para que se generen incendios. Es lo que conocemos como la 'regla del 30': más de 30ºC de temperatura, menos del 30% de humedad relativa en superficie y rachas de viento que superan los 30 km/hora.
Actualmente, a pesar de la entrada de inestabilidad por un frente atlántico que recorre la Península Ibérica, el riesgo de incendio se mantiene elevadísimo, por lo que habrá que llevar especial cuidado, sobre todo en la mitad sur del país.
*Imagen: Mapa de niveles de riesgo de incendio previstos para el viernes 26 de julio / Aemet