De un tiempo a esta parte se ha comenzado a hablar acerca de un nuevo fenómeno fruto del cambio climático: los mega incendios climáticos o incendios de sexta generación. Este concepto, lejos de responder a una exageración popular o mediática, ha sido acuñado y adoptado por los técnicos de este sector. Así, recientemente el propio Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales (COITF) ha hecho referencia a ellos y a las consecuencias devastadoras de su aparición. ¿Que son los mega incendios climáticos y qué se puede hacer para evitar su normalización?
Tal y como asegura el COITF, los mega incendios climáticos se están produciendo con "más frecuencia e intensidad" en todo el Planeta, con una característica en común: son incendios forestales fuera de capacidad de extinción. Así, aseguran que "hoy por hoy no existen ni medios técnicos ni humanos, a nivel cuantitativo y cualitativo, que puedan enfrentarse y apagar un incendio forestal de estas características, y la ciudadanía lo tiene que saber".
Se trata, por tanto, de incendios muy peligrosos para las personas y el clima, ya no solo por su extensión, sino porque cada vez más afectan a urbanizaciones o poblaciones rodeadas de vegetación (incendios en interfaz urbano-forestal). En este sentido, la misma institución recuerda que los incendios en Australia ya han calcinado más de 10 millones de hectáreas (superficie similar a la que tienen países como Portugal o Islandia) en el primer mes del verano de 2020, y que solo en 2019 han ardido más de 5 millones de hectáreas en Bolivia, 3 millones de hectáreas en Rusia (en la taiga de Siberia) y más de 2,5 millones de hectáreas en la Amazonía brasileña.
A esta superficie hay que añadir otros muchos casos:
La solución para combatir este tipo de incendios, más agresivos, rápidos e incontrolables, pasa necesariamente por "escuchar a los que saben y cambiar de manera radical las políticas y modelos de gestión forestal”, tal y como asegura el Colegio. El foco debe estar, según esta institución, en aumentar la resistencia al fuego de las masas forestales y adaptarla a los cambios que se avecinan, además de recuperar la vegetación quemada, ya que la pérdida de sumideros de CO2 es un aspecto crítico que supone más del 75 por ciento en pérdida de secuestro de carbono.
Otra posibilidad es dotar con refugios antiincendios a las viviendas con un alto riesgo, incentivar las quemas prescritas para reducir la carga de biomasa (combustible) y evitar la continuidad paisajística del territorio con áreas cortafuegos, tratamientos selvícolas perimetrales. La sensibilización ciudadana es también u elemento clave, así como impulsar actividades productivas sostenibles que eviten el abandono de las zonas rurales.
Una última (pero igual de importante) medida sería promover una Conferencia de Naciones Unidades sobre los Incendios Forestales en el Mundo, sus consecuencias a nivel global y la adopción de las medidas necesarias que propicien el compromiso político y apuestan por la gestión sostenible de los bosques y ecosistemas forestales, donde se concentra casi el 80 por ciento de la biodiversidad del planeta.