Las heladas son uno de esos fenómenos inevitables del invierno que llevan a la desesperación a más de uno. Por un lado, son las culpables de resbalones ya sea caminando o al volante. Por otro, que lo primero que toque hacer por la mañana sea rascar el parabrisas es de lo menos apetecible. Y por último, arruinan cosechas enteras y los agricultores difícilmente remontan cuando la llamada helada negra hace de las suyas. Pero ¿cómo se forma este fenómeno?
Cada vez es más frecuente encontrar un termómetro que marca los 0ºC o menos en España. Noviembre ha llegado entre otoñal, como corresponde, e invernal. Las noches están siendo frías, especialmente en zonas del norte como en León, Burgos o Soria, donde los -4ºC empiezan a ser una constante. Así, no es sorprendente encontrarse con que el coche se ha 'congelado' y toca tirar de rasqueta si queremos ponernos en marcha.
Es precisamente a 0ºC o menos cuando el agua puede congelarse. El repentino desplome de las temperaturas por debajo de este valor, acompañado por una humedad suficiente y no demasiado viento, se traduce en heladas casi seguro. El agua, ya sea en vapor o líquida, se congela y va depositando sobre la superficie más a mano.
Cuando esta superficie son las plantas, el resultado puede ser terrible. Pero todo depende. En el campo, los agricultores distinguen entre lo que llaman 'heladas negras' y 'blancas'. Las blancas no tienen mayores consecuencias, pero las negras acaban con cosechas enteras. ¿Qué son?
Cuando la humedad no es óptima para la congelación, pero las temperaturas caen de golpe por debajo de los 0ºC, la vegetación se hiela igualmente. Lo que se congela en estos casos es concretamente el agua propia de la planta, algo así como la hidratación de sus 'órganos'. Con las 'heladas negras' lo que ocurre es que el verde acaba por tornarse negro y la flor se muere.
En el caso del suelo, no siempre se requiere de lluvia previa, lo que favorecería que hubiese una capa de agua. Basta con que la humedad relativa del aire sea de alrededor del 60%, para que el exceso de agua presente en la atmósfera vaya helándose y se adhiera en estado sólido al asfalto, creando una autentica pista de hielo que se convierte en el peor enemigo de la conducción.