Las temperaturas cálidas de los últimos meses, la fuerza de las lluvias de marzo, el exceso de humedad y la escasez de horas de frío y de Sol estarían detrás de la caída de la cosecha en algunas zonas de la Península como Alicante, Valencia y Extremadura. En algunos casos, las estimaciones apuntan a pérdidas de millonarias, con descensos de más de entre un 15 y un 20% de la producción con respecto al año pasado, circunstancia que el consumidor acusará en los precios finales. En este encarecimiento tendrá también un papel destacado la crisis de la COVID-19, debido, entre otros factores, a las limitaciones del transporte, la caída de las ventas y la falta de operarios especializados en la recogida manual.
El campo atraviesa momentos delicados. Pese a considerarse actividades esenciales, de las que depende la alimentación de la población española, esta pandemia solo ha logrado agravar mucho más la complicada situación que arrastraba el sector. La crisis sanitaria provocada por el coronavirus ya ha ocasionado efectos secundarios en la agricultura y la ganadería de los que se han hecho eco al otro lado del charco.
Según un informe del Gobierno estadounidense, el confinamiento y la paralización de la actividad en nuestro país ha generado una reducción drástica de la mano de obra, tampoco permite la llegada de jornaleros extranjeros para la recogida, existe un desplome del consumo y una saturación del almacenamiento. Una tesitura compleja que afecta sobremanera al sector, sobre todo de las pequeñas explotaciones que se encuentran al límite tras alcanzar unas pérdidas del 40%.
A esta peliaguda coyuntura se suma la meteorología de los últimos meses, que en algunas zonas del país ha mermado la cosecha de las frutas de verano. La Unió de Llauradors elaboró un estudio hace un mes en el que estimaba una pérdida de la recolecta de albaricoque, melocotón, nectarina y ciruela de más de un 30% en la Comunidad Valenciana.
Según la organización agraria, el invierno se caracterizó por temperaturas más altas de lo habitual, por lo que los árboles no estuvieron expuestos a las horas de frío que necesitan para su normal desarrollo. Luego llegó un marzo con lluvias muy copiosas, que generaron un exceso de humedad, lo que unido a las escasas horas de sol provocó una polinización deficiente y, en consecuencia, un desarrollo de los frutos incompleto.
Las pérdidas económicas podrían superar los 18 millones de euros, un montante económico que ya se ha dejado notar en los precios finales de la fruta de verano que empiezan a llenar los estantes de fruterías y grandes cadenas alimenticias.
En Andalucía, las previsiones apuntaban también a una disminución de la recogida en un 20% menos con respecto a 2019. Según Asociafruit, la campaña de fruta de hueso en Andalucía comenzó con cantidades significativas de producción en la semana 17, lo que supone un cierto adelanto respecto a años anteriores. "Durante las dos primeras semanas hubo ciertos problemas de calidad, debido fundamentalmente a la falta de azúcares, la mejora de la climatología propició una mejora notable durante las semanas siguientes consolidándose en la transición varietal", señalan desde su web.
Asimismo, esta entidad avanzó que la producción de melocotón y nectarina pasaría de los 49 millones de kilos de 2019 a unos 40 millones de kilos en esta campaña. Estimaciones de Europeach señalan que la campaña del albaricoque caerá un 15% y que será una de las más bajas a nivel europeo.
Todos los expertos señalan a las condiciones meteorológicas como responsables de la anormalidad del ciclo vegetativo del fruto esta temporada. El informe presentado en la última Asamblea Europea de Regiones Productoras de Frutas y Verduras (Areflh) destaca la excepcionalidad de un invierno templado, con temperaturas más altas de lo habitual de diciembre a febrero, en algunos casos picos superiores a los 25 grados centígrados, lo que imposibilitó las horas frías necesarias para la latencia que necesitan ciertas variedades y que tuvo como consecuencia una "escasa y errática floración".
Este mismo estudio pone énfasis en la ola de frío que asoló Aragón y Cataluña, acompañada de escarcha que quemó un número considerable de huertos, y el granizo en abril en Castilla-La Mancha y las copiosas lluvias en el Mediterráneo acabaron con toneladas de fruta podrida.
La cereza es otro fruto de hueso que ha visto mermada su producción debido a las lluvias de granizo de mediados de abril y las heladas de la segunda quincena de marzo. Sobre todo se vieron afectados los árboles que se encuentran en cotas superiores a los 900 metros. Según el Grupo de Trabajo Territorial del Valle del Jerte, este año se perderá un 4,1% de la cosecha potencial, alrededor de un millón de kilos.