El Atlántico es últimamente el caldo de cultivo perfecto para los ciclones tropicales coincidiendo con el periodo del verano en que habitualmente presenta más actividad: de mediados de agosto a mediados de septiembre. En esta etapa ‘hiperactiva’ se dan los factores que favorecen la actividad tormentosa, por lo que los expertos no quitan ojo a los radares que lo monitorean.
Esta semana se ha formado la 10ª tormenta tropical de la temporada en el Atlántico nombrada, Josephine. No será gran cosa en la práctica, puesto que en principio no se activarán avisos meteorológicos por parte del Centro Nacional de Huracanes, pero sí lo es trascendental. Se trata de la más prematura bautizada con la J (la décima letra de la lista de nombres que se establecen), siendo el anterior récord el del 22 de agosto de 2005.
Por tanto aunque no está siendo extraordinaria en cuanto a huracanes (ha habido dos hasta el momento en el Atlántico), sí está siendo una temporada muy activa. Y el cambio de ciertos patrones está a punto de activarla todavía más.
En primer lugar, las aguas del Atlántico están muy caldeadas. Si bien donde más anomalía presenta el océano es en las costas septentrionales de Norteamérica, en el área tropical se registra una temperatura 1 grado más alta que el promedio de 1981-2010, o más. Este calor en la superficie marina es el combustible perfecto de los ciclones tropicales para desarrollarse. Favorecen una cizalladura del viento más débil, mientras que cuando es fuerte puede actuar para desgarrar las tormentas nacientes, ha explicado el meteorólogo de AccuWeather, Bernie Rayno.
Por otro lado, el polvo sahariano que ha estado llegando desde África al Atlántico tropical está dejando de hacerlo. Esa calima en suspensión es uno de los factores que suelen perjudicar la formación de tormentas, y por tanto al no estar disponible y haber además una ausencia de aire seco, parece que será más fácil que se desarrollen depresiones.
Por último, si bien el fenómeno de El Niño –calentamiento del Pacífico en la costa occidental de Sudamérica– tiende a complica la formación de ciclones en el Atlántico, este año no se está produciendo. Por el contrario, se calcula que sucederá La Niña –enfriamiento anómalo de estas aguas– entre finales de verano y comienzos de otoño, que sí favorece los esas tormentas en el Caribe.
Esto cuadra con lo que ha pronosticado la NOAA (Oficina estadounidense de Administración Oceánica y Atmosférica), que calcula que la en conjunto la temporada 2020 en el Atlántico será un 140 % más activa que el promedio. Será difícil que tanto como lo fue la de 2005, pero no descarta que veamos un total de 15 tormentas con nombre y 10 huracanes (de los cuales hasta 5 podrán ser de alto impacto (de categoría 3 o superior en la escala Saffir-Simpson).