El suroeste de Europa se está convirtiendo en una zona especialmente vulnerable en relación a las olas de calor que están aumentando entre 3 y 4 veces más rápido que en el resto de zonas de latitudes medias.
Ésta es la principal conclusión de un estudio, publicado en la revista Nature, que explica que dicho aumento está motivado, en parte, por el cambio climático que favorece un aumento de las situaciones de bloqueo atmosférico (con un potente anticiclón), similares a la vivida este verano, que en muchos casos desembocan en situaciones de olas de calor.
En España, este verano hemos tenido tres olas de calor que han sido excepcionales por varios motivos. La primera de ellas se produjo antes incluso del inicio del verano astronómico, entre el 12 y 18 de junio, convirtiéndose en una de las más tempranas desde que se tienen registros (al menos desde 1961).
La segunda, entre el 9 y 26 de julio, fue extraordinaria en cuanto a duración (con dieciocho días, fue la segunda más larga de la serie) y extensión (afectó a 43 provincias, máximo histórico), informa la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Además, fue la ola de calor más intensa de todas las registradas en España, superando a la de agosto de 2021, que ostentaba el récord hasta ahora.
La tercera ola de calor, que tuvo lugar entre el 30 de julio y 15 de agosto, fue la tercera más duradera, con diecisiete jornadas. En total, España estuvo bajo ola de calor 42 jornadas, es decir, prácticamente la mitad de los días del verano, superando con creces el anterior récord de 29 días, ocurrido en 2015.
Europa ha visto un aumento particularmente fuerte en los extremos de calor desde la ola de calor mortal del verano de 2003, que se estima que causó un exceso de 70.000 muertes. En España, aquella ola de calor coincidió con un incremento de 13.000 muertes.
“El calor tiene un impacto directo en las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, sobre todo de las poblaciones de más riesgo, como los ancianos y los niños”, decía María Neira, responsable de la Organización Mundial de la Salud, en una entrevista con El País.
“Además, también tiene un impacto en las enfermedades infecciosas. Estamos cambiando su estacionalidad y la distribución geográfica. Por ejemplo, el dengue, que es muy sensible al clima, ha aumentado la incidencia en muchas zonas porque el calentamiento favorece que el vector (el mosquito) se propague”, explicó.
Y esto empeorará, porque se prevé que las olas de calor europeas aumenten desproporcionadamente en comparación con la temperatura media global en el futuro, “pero las razones subyacentes no se comprenden bien”, escriben los autores del estudio publicado en Nature.
Los impulsores de las altas temperaturas del verano europeo y la variabilidad de las olas de calor incluyen la circulación atmosférica a gran escala y los estados de corrientes en chorro, el déficit de humedad del suelo y las retroalimentaciones relacionadas con la atmósfera terrestre la circulación oceánica y las temperaturas de la superficie del mar.
El calentamiento global antropogénico, debido principalmente al aumento de los gases de efecto invernadero (GEI), aumenta la intensidad y la frecuencia de las olas de calor por calentamiento directo, pero también puede afectar a estos impulsores de la variabilidad natural.
Se observan puntos críticos con un aumento particularmente pronunciado de las olas de calor en Europa, Medio Oriente, partes de China y el oeste de América del Norte, como hemos podido comprobar este año más que nunca.
"En Irán, las temperaturas se mantuvieron altas en julio después de alcanzar los abrasadores 52 grados a fines de junio", publicaba la NASA hace un par de meses.
"En China, el verano ha traído tres olas de calor que han torcido las carreteras, derretido el alquitrán y desprendido las tejas de los techos. El Observatorio Shanghai Xujiahui, donde se llevan registros desde 1873, registró su temperatura más alta: 40,9 grados el 13 de julio de 2022. La alta humedad y los puntos de rocío, junto con las temperaturas cálidas durante la noche, crearon condiciones potencialmente mortales".
En el oeste de Estados Unidos, se sigue confirmando la tendencia que venimos observando en las últimas décadas. A 7 de septiembre, más de 61 millones de personas todavía estaban bajo alertas de calor extremo, según el Servicio Meteorológico Nacional, en gran parte de California, el oeste de Arizona y el sur de Nevada.