Dos extrañas enfermedades causadas por las garrapatas han estado causando alerta en la costa este de Estados Unidos. La actividad de estos insectos disminuyó con el frío del invierno, pero el ascenso de las temperaturas ha causado una plaga que se apodera rápidamente de Nueva York y otras ciudades.
Las garrapatas son un peligro para humanos y animales. A diferencia de otras especies, el cambio climático parece estar beneficiando a este insecto tan temido, que aprovecha las condiciones para expandir su área y multiplicar su población.
La basesia (una enfermedad poco común y a veces fatal) y el anaplasma, así como la enfermedad de Lyme, todas ellas transmitidas por las garrapatas, pueden afectar a la piel, al sistema nervioso, al corazón y a las articulaciones y músculos.
El número y la supervivencia de las garrapatas dependen de la temperatura y la humedad. Las garrapatas de venado (que propagan la enfermedad de Lyme) son más activas cuando la temperatura está por encima de los 7 ºC y prosperan en áreas donde la humedad es al menos del 85 por ciento, según AccuWeather.
Pero que sean menos activas con el frío no quiere decir que se acabe su ciclo de vida. Para que mueran del todo los termómetros han de caer a unos -12 ºC durante varios días seguidos, algo que muy rara vez ocurre. Aguantan condiciones realmente extremas.
Un estudio publicado por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) mostró un aumento en la cantidad de casos de la enfermedad de Lyme en 2019. De tan solo 3,74 casos notificados por cada 100.000 personas en 1991, el número se duplicó a 7,21 casos en 2018, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
El problema agregado es que son impredecibles. Si bien las garrapatas suelen encontrarse en áreas boscosas, una ráfaga de viento basta para arrastrarlas y aterrizar en un jardín o directamente sobre una persona.
Los síntomas más evidentes de la enfermedad de Lyme que causan las garrapatas son las lesiones cutáneas o eflorescencias, que puede aparecer pasados varios días de la picadura del insecto. Las personas afectadas por su picadura suelen sufrir dolor de cabeza, mareo, fiebre o fatiga. Generalmente, esta afección se trata con antibióticos.