Muchos reconocerán a Beatriz Cazurro por una de las famosas charlas de Aprendemos Juntos de BBV, sin duda, esta psicóloga y psicoterapeuta aporta una visión distinta, más humanista, de la crianza de los hijos. “Tomar conciencia de nuestra infancia es acercarnos a nuestra historia y empezar a conocernos en un nivel más profundo”, sugería en esa charla, que se hizo viral, la psicóloga Beatriz Cazurro. Para la autora de ‘Los niños que fuimos, los padres que somos’, viajar a nuestra infancia nos permite reconocer miedos y carencias, liberarnos de falsas culpas y conectar mejor con las personas que forman parte de nuestra vida.
Ahora, tras más de 20 años de trabajo con adultos, niños y adolescentes, y llevar su pensamiento a más de cinco países donde se ha traducidos su obra, vuelve con un nuevo libro, ‘Atender lo invisible’, en el que nos muestra cómo podemos vincularnos con nuestros hijos desde espacios alejados del trauma. Charlamos con ella en la web de Informativos Telecinco para entender un poco más cómo llegar a conseguirlo.
Pregunta: Después de ‘Los niños que fuimos, los padres que somos', has publicado ‘Atender lo invisible’ (editorial Planeta). ¿Cuál es el enfoque en este caso y qué querías aportar con tu segundo libro?
Respuesta: Creo que son dos libros complementarios. En el primero trato de, junto al lector, tomar conciencia de nuestros patrones de relación y como algunos de ellos tienen que ver con nuestras propias infancias. En ‘Atender lo invisible’ trato de transmitir cómo, aun teniendo conciencia de muchas cosas el camino al cambio no pasa exclusivamente por recibir pautas o tips para tratar a nuestros hijos de determinada manera. En muchas ocasiones estos tips se llevan a cabo desde un lugar desconectado de nosotros mismos y es muy difícil ofrecer seguridad a nuestros hijos (y a nosotros mismos) cuando no tenemos en cuenta quiénes somos, cómo nos sentimos o el ritmo al que podemos integrar los cambios.
P: Los hijos nos hacen de espejo y nos llevan a lo mejor y lo peor de nuestra infancia. ¿Cómo podemos gestionar bien todo eso y aprovecharlo para evolucionar?
R: El camino de cada persona es único. Y me atrevería a decir que en general mucho más lento de lo que esperamos. No podemos olvidar que estamos hablando de restablecer la seguridad de un sistema nervioso que se ha “configurado” de una determinada manera para adaptarse a un entorno en el que en muchos casos no se han tenido en cuenta las necesidades emocionales, o en los que incluso ha habido maltrato o abuso. Este trabajo se hace gota a gota, y asumir que quizá no vamos a convertirnos en los padres que querríamos al ritmo que querríamos puede ser frustrante. Sin embargo, tras la frustración es posible encontrar una maternidad y paternidad satisfactorias incluso siendo imperfectos.
P: En este caso, pones el foco en los padres y en resolver primero los asuntos de la infancia para poder criar mejor. ¿El primer paso es atender al niño/niña interior?
R: Es uno de los pasos, desde luego, pero cuando ya tenemos hijos no nos queda otra que hacerlo paralelamente a atenderles a ellos. Para muchos padres además es algo inesperado y ver que, desde ahí, nos sentimos de formas que no entendemos o reaccionamos con nuestros hijos de una forma que no queríamos puede ser fruto de mucha confusión o insatisfacción.
P: ¿Cómo se crea un vínculo seguro? Parece una pregunta sencilla, pero todos los padres sabemos que no lo es.
R: Los vínculos seguros se generan cuerpo a cuerpo. Seguramente por eso en la lectura o en los consejos no terminamos de encontrar la respuesta. Nuestros hijos están sintonizados con nuestro estado corporal, mucho más allá de nuestras palabras o nuestros comportamientos. Por eso es importante no seguir las pautas de forma rígida si no encontramos un lugar coherente desde el que llevarlas a cabo. Es muy confuso para un niño escuchar a unos padres decir que le entienden mientras sienten que no es así.
Quizá la mejor manera de ofrecer seguridad sea primero entender, aunque sea un poquito, cómo se siente estar seguros en nuestro propio cuerpo. Con nuestras sensaciones, emociones, impulsos, con nuestros pensamientos, nuestros límites…
P: Nos encontramos en un momento en el que muchos padres y madres queremos generar espacios seguros para nuestros hijos. ¿Cómo regulamos para que eso no se convierta en una conducta de sobreprotección? ¿Qué es un lugar seguro y qué no?
R: Un lugar seguro es un lugar en el que no hay peligro físico ni emocional, un espacio predecible, acogedor, firme… Es cierto que suena fácil y el día a día demuestra que no lo es tanto. Es tanto el deseo de acompañar emocionalmente a nuestros hijos que muchas familias han entendido que validarles es darles la razón en todo o hacer todo lo que ellos piden. No es exactamente así. Los límites firmes, la autoridad sana, son imprescindibles para ofrecer seguridad.
La sobreprotección hace lo contrario, les da el mensaje de que hay peligros que en realidad no existen o genera inseguridades en cosas de las que son perfectamente capaces. Es decir, no les prepara para crecer sino para depender.
P: ¿Cómo podemos comprender nuestras experiencias pasadas? Dices que es la base para la crianza respetuosa.
R: Esta respuesta es diferente para cada persona. Algunas personas lo hacen a través de la reflexión. Al escuchar o leer se dan cuenta de algunas cosas que quizá no se habían dado cuenta. Para otras la lectura no sirve, ya que el trabajo pasa por conectar con emociones de las que se han distanciado, y a veces eso no se puede hacer sin acompañamiento. Una vez más, no hay pautas estándar.
P: ¿Qué es la transparencia psíquica de la que hablas en el libro?
R: Monique Bidlowsky es la psiquiatra que acuñó este término que se refiere a un fenómeno que sucede en el embarazo por el cual aparece una mayor sensibilidad por revisar nuestros vínculos y en el que, en ocasiones, aparecen recuerdos olvidados o toman relevancia. Es posible que en este proceso se reactiven algunos procesos psicológicos no resueltos o que aparezcan síntomas que parecían “superados”. Se cree que es una forma de prepararnos para poder ajustarnos a las necesidades del bebé que está en camino.
P: ¿Nos puedes hablar del concepto de matrescencia? ¿Por qué las mujeres cuando son madres experimentan algo así como en su adolescencia?
R: Se ha visto que durante el embarazo se producen en el cerebro algunos cambios muy similares a los de la adolescencia. Se da una poda neuronal y un proceso de perfeccionamiento de áreas que se encargan de forma que se favorezca la conducta maternal. Parece que estos cambios duran al menos seis años, puede que incluso toda la vida. Creo que es importante poder hablar de ello para que las madres puedan entender mejor el proceso por el que están pasando y para que, por ejemplo, se deje de considerar el posparto una etapa tan corta y poder así, ofrecerlas, desde las estructuras sociales y desde la propia familia un acompañamiento más adecuado.
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