¿Qué son los caminos escolares seguros?

Una de las actividades cotidianas que presenciamos en las diferentes ciudades de la geografía española es la de los trayectos escolares diarios, que durante las horas punta son principalmente notorias. Los caminos escolares seguros han surgido en los últimos tiempos para dar solución a las necesidades de accesibilidad infantil en condiciones de seguridad, autonomía y salud. Los más pequeños tienen que acudir a su centro escolar a diario y necesitan hacerlo de forma óptima y segura e iniciativas como estas pretenden facilitar estos trayectos tan importantes para su desarrollo educativo y psicosocial.

La ciudad, ¿amiga o enemiga de los trayectos escolares?

El desatado desarrollo urbanístico de las últimas décadas ha hecho que aumente las extensiones de las ciudades, lo que sumado a la libertad de elección del centro educativo sin que se priorice la cercanía del domicilio del menor al colegio han hecho que aumenten los factores de riesgo, convirtiendo los trayectos escolares en convergencias de vehículos privados que aumentan no solo la peligrosidad relacionada con la seguridad vial, sino también en focos de contaminación en el entorno de la escuela.

A medida que el vehículo a motor ha ido adquiriendo más protagonismo en el entorno urbano, ha ido aumentando la preocupación sobre cómo este puede coexistir con la movilidad saludable, segura, sostenible, activa y autónoma. Uno de los movimientos más importantes en este sentido tuvo lugar en Países Bajos en 1974, con manifestaciones multitudinarias en las que figuraba el lema “Stop de kindermoord” (reducir la mortalidad infantil).

Otros países pusieron en el foco los problemas de salud relacionados con un empeoramiento de la condición física infantil y un incremento del sobrepeso debido a la reducción de la actividad física al acudir en vehículo a la escuela. En los países mediterráneos, con un urbanismo más compacto, se comenzó a imponer la idea de recuperación del espacio público y de la autonomía de la infancia. En este sentido, hay que tener en cuenta las ideas de Francesco Tonucci, pensador, psicopedagogo y dibujante italiano que estableció unas líneas maestras de lo que deberían ser los caminos escolares seguros y cómo implementarlos de forma efectiva.

Caminos escolares seguros, la solución al problema

La primera vez que se escuchó hablar del término caminos escolares seguros (safe roots to school) fue en los años 70 en Odense, Dinamarca. Sin embargo, estas ideas precursoras tuvieron que esperar hasta los 90 para consolidarse en Europa y los países anglosajones como Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. En España tuvimos que esperar a bien entrado el siglo XXI para que se iniciaran en Comunidades Autónomas como Madrid, Cataluña o País Vasco. Posteriormente llegaron a Andalucía en la década de 2020.

En esencia, lo que pretenden los caminos escolares seguros es favorecer y asegurar el tránsito escolar del centro educativo a casa -y viceversa- mediante criterios de preferencia peatonal, o al menos con un mínimo de condiciones de seguridad vial. De esta forma, despreocupándonos por el impacto del tráfico rodado en estos trayectos, se puede convertir una tarea diaria en una actividad que sea más activa, sana, segura, universal y autónoma. Además, pese a ser los más pequeños y sus padres o cuidadores los grandes beneficiados, también se mejoran de paso las condiciones de movilidad urbana para el resto de vecinos de estos municipios.

Los beneficios de este proyecto, que requiere de la colaboración ciudadana para poder llevarse a cabo de forma efectiva, son múltiples. En primer lugar, la mejoría de la calidad del aire. La reducción de los trayectos en vehículo para llevar a los peques al cole hace que descienda el nivel de partículas contaminantes en entornos infantiles. Los niños son más vulnerables a la contaminación que la población adulta y además se producirá una reducción de los costes para realizar esta actividad de lunes a viernes.

Además, realizando estos trayectos a pie con garantías de seguridad supone una mejoría de la calidad de la salud. El ejercicio físico que suponen los paseos hacia la escuela y de vuelta a esta, sumado a hacerlo con mejores condiciones de calidad del aire, disminuyen el sedentarismo y se combate la obesidad infantil, un factor de riesgo presente de forma incremental en la población infantil. Esos paseos pueden ayudar a tener un mejor tono muscular y además pueden favorecer los lazos sociales, estableciendo vínculos familiares, con amistades, vecinos u otros compañeros y compañeras de escuela.

Además, puede tener un impacto significativo en el propio rendimiento escolar. Acudir a la escuela es un imperativo legal hasta los 16 años que dura la escolaridad obligatoria, pero si se cambia la dinámica con proyectos como estos, se favorece acudir al colegio de forma activa y con más ganas, lo que tiene un impacto directo en factores como la atención, el interés y participación en el aula, ligados estrechamente con el rendimiento escolar.