El colegio de educación especial Hospital San Rafael, localizado en Madrid, atiende a niños y jóvenes con pluridiversidad funcional motora y cognitiva que presentan diagnósticos muy diversos. Por ello, en sus aulas hay alumnos con parálisis cerebral, enfermedades raras y genéticas. La mayoría presentan altos grados de discapacidad y dependencia por lo que cuentan con grandes dificultades para interactuar, comunicarse y gozar de una autonomía personal, muchos ven afectadas todas las áreas correspondientes a su desarrollo. Para participar en cualquier tipo de actividad educativa y sociocomunitaria necesitan la mediación de una persona adulta.
El colegio, de carácter concertado, cuenta con 45 alumnos de entre 3 y 22 años para los que se despliega un equipo de 42 profesionales. Los padres se muestran preocupados cuando alcanzan esta edad porque muchos de los centros de día, a los que acuden en su vida adulta, no disponen de recursos asistenciales tan punteros. Las aulas tienen espacios muy diáfanos en los que no hay pupitres y sillas. Este material solo se introduce en la clase si algún alumno lo requiere.
En las estanterías los libros tienen pictogramas y en el patio los columpios son inclusivos. Un equipo multidisciplinar brinda un abordaje integral al menor. En cada clase está presente un maestro especializado en pedagogía terapéutica y un auxiliar técnico educativo. Los fisioterapeutas, los logopedas, la orientadora, los enfermeros y los terapeutas ocupacionales entran en el aula para impartir talleres grupales y también ofrecen sesiones individualizadas de entre media hora y 45 minutos.
En el Día Mundial de la Terapia Ocupacional, la directora pedagógica del centro, Raquel Fernández, insiste en la importancia de estos profesionales, todavía muy poco integrados en el sistema educativo especial y ordinario, sobre todo, en la enseñanza pública. También son los grandes olvidados de la sanidad pública. “Somos un pilar esencial en la integración”, defiende Raquel Sola, una de las tres terapeutas ocupacionales del colegio.
Acompañan al alumnado en todas las actividades de su vida diaria con el objetivo de desarrollar su autonomía personal y adaptan el entorno y los materiales a sus necesidades en colaboración con otros profesionales, como pueden ser los técnicos ortopedas, para que gocen de una rutina personal y académica con la mayor comodidad posible. Para ello, la estimulación multisensorial es fundamental.
“Ver que los niños consiguen lo que nosotros hemos valorado que pueden hacer es muy gratificante”, expresa Sola. Las salidas semanales fuera del colegio a la cafetería, al quiosco y al supermercado también son esenciales para entrenar el uso de los servicios comunitarios, las habilidades sociales y la movilidad en un entorno menos protegido. “El mejor regalo es su sonrisa cuando son capaces de hacer algo por sí mismos”, recalca.
Lamenta que su profesión sea todavía bastante desconocida: “A nivel de geriatría está muy extendida, pero somos muy pocos los terapeutas ocupacionales que estamos en los colegios”. Reivindica también la necesidad de que los centros educativos ordinarios cuenten con los profesionales de su sector. “Contribuimos a una sociedad más inclusiva con más oportunidades para todos”, afirma. Por ello, reclama más plazas públicas: “La inteligencia artificial no sustituye nuestra labor, que requiere de mucha humanidad”.
Su petición es amparada por los Colegios Oficiales de Terapeutas Ocupacionales de la Comunidad de Madrid, Galicia y Extremadura. "Es alentador que cada vez más centros reconozcan los beneficios de contar con nuestros profesionales. Sin embargo, resulta injusto que el acceso a ellos dependa exclusivamente de la decisión de cada centro", reivindican desde la capital al ser conscientes de que hay un déficit importante. Ya están trabajando por cambiar la normativa. En Galicia ningún centro público cuenta con esta figura.
Sola no trabaja en base a un diagnóstico o a una edad determinada, estudia cómo los menores se relacionan con el entorno, de acuerdo con su desarrollo y su nivel funcional. Les ayuda a encontrar la forma de manejar las situaciones diarias según sus posibilidades. “Hay muchas veces que no se puede conseguir una autonomía total, pero sí parcial. Por ejemplo, si un niño está aprendiendo a quitarse la chaqueta y solo logra sacar la manga del brazo, se le ayuda a que esa parte de la actividad sea totalmente autónoma, en el resto del proceso será apoyado”, relata.
El soporte emocional que brindan los terapeutas ocupacionales es vital: “La autoestima favorece la autonomía”. La directora del centro explica que estos profesionales también están presentes en la hora del comedor porque la alimentación es individualizada, “cada alumno cuenta con un profesional de apoyo formado para trabajar la comunicación, la masticación, la deglución y la independencia”. La cocina cuenta con una encimera y un lavaplatos regulable para que los menores puedan entrenar la realización de las tareas domésticas.
En este colegio no hay un boletín de notas al final del trimestre, los docentes registran el seguimiento de los avances del alumnado o el mantenimiento de los objetivos. “Algunos evolucionan y otros no pueden hacerlo, pero se trabaja con ellos para que no pierdan sus capacidades”, aclara Fernández. Sí reconoce que, a veces, hay involuciones porque muchos niños pasan largas estancias hospitalizados o en casa, pero con problemas de salud. Al final de curso las familias reciben un informe con una valoración descriptiva.
El horario lectivo cuenta con 25 horas semanales, pero también se ofertan servicios complementarios como la acogida matinal, el transporte escolar y el comedor. La ratio general de alumnos por aula es de entre cuatro y cinco alumnos por profesor, pero cada uno tiene unos objetivos diferentes. Por ello, González reclama a la Administración una actualización de estos porcentajes y una mayor dotación económica.
“Los recursos que nos da la Consejería de Educación no son suficientes para dar una respuesta de calidad, tenemos el doble de personal del que nos financia”, asegura. El centro también cuenta con el aporto económico de las familias y la financiación propia de la entidad. “Cada vez hay más menores con comorbilidades y enfermedades raras”, recuerda la directora a las instituciones, con la intención de no dejar a nadie atrás.
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