Tengo 76 años y una hija con parálisis cerebral: "Necesito seguir trabajando para mantenerla"
El 6 de octubre se celebra en el mundo el Día Mundial de la Parálisis Cerebral, una fecha dedicada a los pacientes y a sus familias
Ana Almeida, a sus 76 años, sigue trabajando para mantener a su hija Laura, con parálisis cerebral
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Desde que tiene uso de razón, Ana Almeida ha trabajado incansablemente para sacar adelante a sus tres hijas, especialmente a Laura, quien padece parálisis cerebral. A sus 76 años, a pesar de estar jubilada, sigue limpiando casas para complementar la pensión de su hija, de 52 años, "y poder subsistir", como ella misma explica.
El diagnóstico llegó cuando Laura tenía apenas tres meses. Una reacción adversa a una vacuna provocó que "estuviera dos meses entre la vida y la muerte. Varias veces pensamos que se iba. Lo pasé fatal", recuerda Ana durante una entrevista con la web de Informativos Telecinco. Aunque Laura logró sobrevivir, las secuelas fueron irreversibles: una parálisis cerebral que cambiaría sus vidas para siempre.
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Cuando Laura cumplió 7 años, empezó a acudir a un centro de día en su ciudad natal, Vigo. Más tarde asistió a un colegio público para personas con necesidades especiales y, posteriormente, vivió en un piso comunitario. Actualmente, lleva 12 años en una residencia para personas con parálisis cerebral. "Hay que cubrir el 75% de esta, además de ciertos medicamentos y tratamientos que no cubre la seguridad social, por lo que los 750 euros que recibe Laura no alcanzan", relata Ana, aludiendo a la enorme carga económica que debe asumir.
"Si recibiéramos más ayudas, no estaría en esta situación", dice Ana con resignación. Hace 30 años que enviudó, y desde entonces ha cuidado sola de Laura, ya que su marido, marinero, apenas estaba en casa. "Durante mucho tiempo la llevaba en brazos de un lado a otro, porque mi casa tenía escaleras y no tenía una silla de ruedas". Con esfuerzo y determinación, la situación mejoró: "Sudé para conseguir una silla eléctrica, pero lo logré. También trabajé muchos años para pagar un piso adaptado que me costó 20 años de esfuerzo".
Aunque el paso de Laura a la residencia fue un trago difícil para Ana, sabe que "allí está donde mejor puede estar". La visita dos veces a la semana y cada quince días Laura pasa el fin de semana en casa. "Cuando viene, necesito la ayuda de mi hermana, que tiene solo tres años menos que yo, porque ya no puedo con ella sola". Ana confiesa que cada vez que Laura está en casa, siente un nudo en la garganta y no puede evitar pensar: "Ojalá pudiera tenerla conmigo siempre". Su angustia la ha llevado a necesitar tratamiento para la ansiedad.
Qué pasará cuando no esté
Ana, como muchas otras familias con miembros que tienen parálisis cerebral, se preocupa por el futuro. "A veces siento miedo de quién cuidará de Laura cuando yo ya no esté, pero agradezco que tenga a sus otras dos hermanas", dice Ana, aunque trata de no pensar demasiado en ello.
A pesar de todo, se siente feliz y recalca lo buena y risueña que es Laura. También cuenta la anécdota, de que le realizaron a Laura una boda ficticia en la residencia hace unos cinco años. "Luego enviudó y desde entonces no quiere tener una realización, tal y como me pasa a mí", recuerda entre risas.
Cada día, Ana "tira pá lante", como ella dice, y seguirá trabajando hasta que su cuerpo diga basta. Y es que si algo tiene claro, es que seguirá cuidando de Laura "hasta el infinito".
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