Existen diferentes tipos de inteligencia y, aunque en general la primera que nos viene a la mente es la académica, lo cierto es que cada una de ellas es importante para un ámbito diferente de la vida. Existe la inteligencia musical, la lógico-matemática o la corporal, y todas ellas están interrelacionadas, por lo menos si tratamos de entender cómo funciona la mente a través de la teoría de las inteligencias múltiples.
A través de la inteligencia cognitiva obtenemos educación, gracias a la inteligencia emocional fomentamos unos sentimientos sobre otros, pero ¿qué es la inteligencia ejecutiva? ¿Cómo se relaciona con las demás si es que lo hace?
Muchos expertos aseguran que la inteligencia ejecutiva es la que se encarga de organizar a todas las demás y hace referencia a la capacidad que tiene una persona de interpretar la información que nos llega, integrarla y gracias a ello dar la mejor respuesta posible ante las condiciones a las que nos enfrentamos.
Ha sido definida por Jose Antonio Marina en su obra La Inteligencia Ejecutiva (Ariel) como una nueva etapa, que aprovecha la inteligencia cognitiva y la emocional para crear un nuevo marco teórico, más amplio y que “tiene como gran objetivo dirigir bien la acción (mental o física), aprovechando nuestros conocimientos y nuestras emociones”.
Es decir, es la capacidad de tomar decisiones, reflexionando sobre nuestras emociones y frenando nuestros impulsos, implica planificar nuestras acciones y es algo que tenemos que adquirir, porque no se nace con ello. Son varias las habilidades que componen la inteligencia ejecutiva y todas ellas son importantes y sobre todas ellas se incide en el proceso educativo, unas funciones que en el futuro pueden servirnos para dirigir nuestro comportamiento de forma enfocada para poder lograr nuestras metas.
No siempre se habla de inteligencia ejecutiva por ser un constructo nuevo, habitualmente se habla de las diferentes funciones ejecutivas, que podrían definirse como las habilidades que la componen. Entre ellas encontramos, por ejemplo, el autocontrol, que se encarga de regular nuestro comportamiento; también la memoria de trabajo, que nos permite elaborar planes de acción y tomar decisiones, gracias a ella podemos valorar todo en conjunto y decidir qué hacer.
Otra de estas funciones es la planificación y toma de decisiones, que pasa por sopesar todas las posibilidades, aquellas a favor y las que están en contra, para poder tomar el camino que nos parezca más adecuado para conseguir nuestros objetivos. La inteligencia ejecutiva implica ser capaces de plantearnos diferentes escenarios con las diferentes posibilidades para tomar las mejores decisiones en función de eso.
El razonamiento abstracto, otra de las habilidades o funciones que componen la inteligencia ejecutiva, nos permite trabajar sobre nuestros sentimientos, dudas o miedos, elementos abstractos que solo existen en el plano emocional.
Este tipo de inteligencia nos ayuda a trabajar la habilidad para lograr nuestros objetivos y, como deja a un lado la impulsividad, favorece que escojamos el camino más adecuado para poder alcanzarlos.