Todos los niños merecen amor y cariño por parte de sus padres, pero hay ocasiones en que este no se reparte de igual manera entre todos los hijos de la pareja, pude suceder, aunque no sea algo de lo que se hable abiertamente, que uno de ellos sea el ‘favorito’ de la casa.
Esto cambia la dinámica habitual y afecta a todos los miembros de la familia, tanto a ese niño que se convierte en perfecto a ojos de sus padres, como a los demás hermanos, que pueden llegar a sentir que nunca son suficiente a ojos de sus progenitores.
Se denomina como niño dorado a aquel que es el preferido del padre, de la madre o de ambos. Es muy habitual que los padres tengan predilección por uno de los hijos, el problema surge cuando esta es evidente y los niños pueden notarlo. Aceptar esa predilección que se siente puede ser un paso adelante para poder buscar una solución y evitar que afecte a la dinámica familiar, pero esto no siempre es tan sencillo.
El niño favorito a menudo es tratado de una forma diferente que el resto de sus hermanos, recibe una mayor atención, que suele ser desproporcionada, y también más elogios. Suele estar sobreprotegido y los padres tienden a justificar todos sus errores, esconder sus defectos. Esto, a la larga, puede tener consecuencias para el desarrollo emocional o psicológico del niño.
Esta no es una decisión que los padres tomen de manera consciente, de hecho en nuestra sociedad es poco probable que un padre o madre reconozca públicamente que tiene favoritismo por alguno de sus hijos. Suele producirse al sentir una mayor afinidad con él, incluso por su personalidad, si es más cariñoso o dócil que sus hermanos, a menudo sucede porque los padres ven en él la imagen de sí mismos, proyectan expectativas y esperanzas frustradas de sus vidas que esperan que su hijo alcance.
Esta es una dinámica que, como hemos visto, no es nada favorable para la familia, afecta al desarrollo del niño, pero también de los hermanos, que pueden ver cómo sentir que nunca son suficiente, afecta a su autoestima. El niño dorado es quien recibe las validaciones y reconocimientos, y esto hace que el resto haga un mayor esfuerzo por llamar la atención de los padres, con el tiempo pueden desarrollar una imagen negativa de sí mismos y una gran rivalidad entre hermanos.
El niño dorado en muchas ocasiones siente sobre él las expectativas que sus padres ponen y esto hace que la presión sea mayor, siente la obligación de ser ejemplo de éxito y esto puede convertirse en un problema, llegando a generar miedo al fracaso y en ocasiones obligándoles a crecer más rápido y ser más maduros de lo que deberían para su edad. También es habitual que se sienta culpable en la dinámica con sus hermanos.
Este tipo de dinámicas es mejor tratar de evitarlas y que las afinidades que los padres sienten por los hijos no lleguen a marcar las dinámicas familiares.