"Que un chaval salga del instituto diciendo que no quiere aprender nada nunca más es un fracaso del sistema escolar", según Eduardo Sáenz de Cabezón, profesor de matemáticas, quien insta a inculcar "el amor" por el aprendizaje para poder superar "todo lo que la vida nos ponga por delante".
Es una de las reflexiones del profesor de la Universidad de La Rioja y divulgador en redes sociales de las "matemáticas y su disfrute", que acaba de publicar 'Invitación al aprendizaje' (Penguin Random), un manual que ha disfrutado escribiendo como si le hubiera "tocado la lotería" y con el que ha "aprendido a aprender y sus beneficios".
El también instructor de computación, defensor de los deberes para reforzar lo aprendido, insiste en que adquirir conocimiento, más allá de las propias disciplinas que estudiadas, influye en "nuestra plenitud vital, en nuestra felicidad, e incluso salud física".
En una entrevista con EFE, detalla que el manual se divide en dos partes: una primera sobre qué conocimiento tiene la ciencia del aprendizaje, así como sobre el funcionamiento del cerebro y la memoria, y la segunda, centrada en "los aliados para lograr que los aprendizajes sean más positivos en nuestra vida".
Presentador de programas científicos en televisión, considera que "en general" en España se estudia bien, con un nivel asimilable a "nuestro entorno socioeducativo", y critica que se dé tanta importancia a informes como el Pisa, que compara resultados educativos en países de la OCDE.
"Nos fijamos demasiado en el puesto y nos flagelamos mucho. Si saco un 9,3, estoy por debajo de los que han sacado 9,4, ó 9,5, pero no es un 4", advierte, aunque reconoce que hay cosas mejorables, como incidir en la comprensión.
En este sentido, explica que las matemáticas no pueden ser solamente la reproducción de ciertos algoritmos de cálculo, sino que hay que comprender el por qué y el para qué hacemos las cosas, lo que, dice, se puede extrapolar a otros ámbitos".
Defiende la necesidad de tener actividades fuera del contexto escolar que refuercen lo aprendido en la escuela, pero alerta sobre los deberes que produzcan angustia, tanto a los niños como a sus familias, o los que son tan repetitivos, que "se entra en ellos de forma muy negativa".
En tiempos de la inmediatez que originan las redes sociales, considera imprescindible que los escolares puedan apreciar la recompensa retrasada, que les va a permitir estudiar al ser conscientes de que "hay muchos aprendizajes en los que el premio está al final de un proceso".
Y hay que inculcar el amor por el conocimiento. "Cuando un chaval sale del instituto diciendo que ya no quiere aprender nada más nunca, hay un fracaso del sistema escolar" detalle mientras reconoce que esa expresión muchas veces significa que no quieren hacer más exámenes, por la tensión que suponen.
Pero, destaca, que el hecho de que "uno saque de la escuela amor por aprender más cosas, significa que cuando la vida le vaya dirigiendo por un camino u otro, si mantiene la curiosidad, las ganas de aprender y una buena estrategia de aprendizaje, ya nada se la puede poner por delante".
"No podemos aprender nada que no haya pasado por la memoria o que no esté instalado en ella", asegura el matemático, quien resalta que si la cabeza no guarda información, no se pueden desarrollar ideas ni creatividad e incluso se vivirá la vida de una manera más "pálida o menos aprovechada".
Pero insta a manejar bien la memorización para que no se quede en algo externo, repetitivo y que no implique aprendizaje, y vuelve a usar las matemáticas como ejemplo, al lamentar que en primer curso de carrera percibe que se han memorizado algunos algoritmos y procedimientos para resolver los problemas, sin saber lo que se hace.
Convencido de que las estrategias de estudio funcionan -desde la primaria hasta la universidad- cita como uno de los pilares del aprendizaje la concentración porque "selecciona aquello que tu atención le va a transmitir como importante a tu cerebro".
También destaca la importancia del sueño, momento en el que el cerebro "tiene una actividad frenética" en la que, entre otras cosas, selecciona las vivencias que merece la pena almacenar a largo plazo, como sucede con los aprendizajes.
Y asegura que "para aprender hay que olvidar" echando mano de 'Funes, el memorioso', un personaje creado por Jorge Luis Borges, que no podía olvidar y, por lo tanto, tampoco aprender nada.
"Para aprender necesitamos elaborar conceptos, necesitamos olvidar los detalles y generalizar, ir a lo esencial", y descartar informaciones superfluas, que no nos sirven y que ocupan una función determinada. Por ello, concluye que "aunque el saber no ocupa lugar, quizá sí determinadas funciones".