Miguel Salas, experto en lectura adolescente: "Hay que leer para ellos, con ellos y delante de ellos"

  • Miguel Salas es autor del libro ‘(En) plan lector. Sobrevivir a la adolescencia sin dejar de leer'

  • "Si los adultos llegamos a casa, agotados del trabajo, y nos ponemos a mirar el móvil o a ver una serie facilona que no nos exija ningún esfuerzo, lo normal es que los niños nos imiten y, entonces, la lectura desaparece de la casa"

  • "Hay que hacerles entender que la lectura, aunque sea más exigente en un principio, cuando te acostumbras, puede ser mucho más relajante"

Los resultados del último informe PIRLS sobre comprensión lectora de los alumnos españoles de nueve años son preocupantes: están 12 puntos por debajo de la media del conjunto de los países de la OCDE y a siete puntos del promedio de la Unión Europea. No solo han retrocedido "significativamente" en comprensión lectora desde 2016, sino que además muy pocos se sitúan en el grupo de lectores avanzados.

El problema se agrava todavía más en la adolescencia, cuando el hábito de leer comienza a decaer todavía más. Si entre los 10 y los 14 años, un 77,5% de los jóvenes españoles se declara lector frecuente, es porcentaje decae al 64,9%, entre los 15 a los 18 años, y todavía más entre los mayores de 18, cuando se sitúa en solo u 52,4%, según las estadísticas de la Federación de Gremios de Editores de España de 2022.

¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué los adolescentes abandonan los libros? ¿Se puede hacer algo para que esto no ocurra? A estas preguntas intenta contestar Miguel Salas en su libro ‘(En) plan lector. Sobrevivir a la adolescencia sin dejar de leer' (Plataforma Actual). Doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Salas ha sido profesor en diferentes universidades de Italia, China y Taiwán. Ahora enseña en un colegio concertado de Madrid y en la Universidad Pontificia de Comillas.

Pregunta. ¿Por qué los adolescentes abandonan la lectura?

Respuesta. La dejan porque son adolescentes y suelen abandonar actividades más individuales o familiares por la vida social. Pero también porque en los tiempos modernos ha aparecido el teléfono móvil que les ofrece un ocio de baja calidad que les exige muy poco esfuerzo y eso les lleva a no tocar un libro.

P. ¿Por qué es importante que lean?

R. Porque fomenta muchas cosas. Empezando por lo más básico, todas las competencias lingüísticas que tienen efecto en otras asignaturas. Es muy fácil equivocarse al resolver un problema de matemática porque no has entendido el enunciado. Pero, además, la lectura fomenta la interioridad, la empatía, la evasión bien entendida, la capacidad de alejarse de los problemas por un ratito para coger fuerzas…

P. En el último informa PIRLS, los alumnos españoles de nueve años salían bastante mal parados en comprensión lectora. Muchas veces el problema no es solo que no lean, sino que no entienden lo que leen.

R. Va unido. Si uno no intenta desarrollar su capacidad de lectura leyendo, acaba teniendo grandes problemas de comprensión. Y a los nueve años eso es fundamental porque es una edad en la que utilizan la lectura para aprender otras materias. Eso hace que los niños que tienen un mal resultado en lectura los tengan también en otras asignaturas.

P. ¿Existe alguna fórmula mágica para que los adolescentes vuelvan a leer?

R. No, si no ya la hubiera patentado y me hubiera hecho rico. Es una combinación de factores compleja pero no difícil. Cuando los padres se lo proponen, es cuestión de ponerla en marcha y funciona.

P. Y, consiste en..

R. Hay una frase que yo digo mucho que es: “Leer para ellos, leer con ellos y leer delante de ellos”. Mientras son pequeñitos hay que leerles. Cuando van cumpliendo hábito lector, crear espacios y momentos en la familia donde se lea y no haya pantallas diferentes, que no esté cada uno con su móvil o su tableta. Y, por supuesto, hay que hablar con ellos de lo que uno está leyendo, de lo que están leyendo ellos; rodearles de libros; llevarles a la librería; hacerles socios de la biblioteca, es decir, que la lectura sea un elemento presente en el día a día. Si los adultos llegamos a casa, agotados del trabajo, y nos ponemos a mirar el móvil o a ver una serie facilona que no nos exija ningún esfuerzo, lo normal es que los niños nos imiten y, entonces, la lectura desaparece de la casa.

 P. ¿Hay que dejar a que los adolescentes lean lo que más les gusta o hay que guiarles?

R. Lo ideal es una combinación. Hay que dejarles elegir la lectura dentro de unos límites. Lo primero es que adquieran el hábito lector, pero todos sabemos que muchas veces leen cosas que no tienen mucha calidad, que son ramplonas, que no les aporta demasiado. Para eso estamos los padres y los profesores, para irles guiando e irles recomendando cosas. Es cierto que es un camino peligroso porque muchas veces los adolescentes rechazan lo que recomendamos los adultos, pero poquito a poco, sin obligar nunca a nada, sin convertir la lectura en un castigo o en un premio, se les puede ir llevando hacia una literatura de alta calidad.  

P. Ahora mismo hay muchas noveluchas en la que se perpetúan estereotipos de otras épocas, ¿hay que dejarles también que lean ese tipo de libros?

R. Todas las familias tienen que poner unos límites a lo que ven, leen o consumen en general sus hijos. No se les puede dejar que vean todas las películas a cualquier edad, ni que coman cualquier cosa. Hay también que limitarles la lectura en función de lo que creamos que puede hacerles bien o mal. Hay lecturas que pueden ser dañinas. También se les puede ofrecer distintas posibilidades para que ellos escojan.

P. Has mencionado antes lo importante que es que los hijos vean a sus padres leer y, sin embargo, hay padres que leen muchísimo y sus hijos no abren un libro.

R. Es normal porque los que tenemos la edad de ser padres ahora no hemos pasado una adolescencia con un aparatito al lado que nos ofrece una cantidad de ocio prácticamente infinito, de muy mala calidad y que nos exige muy poco esfuerzo. Esto es como todo en la vida. Uno se esfuerza cuando sabe que va a producir un resultado beneficioso o placentero. Sin embargo, niños que no han leído nunca no saben lo que les ofrece la lectura. Lo normal es que se queden con formas de ocio más simplón y más sencillas. Y el móvil les ofrece juego, series, redes sociales. Si yo hubiera tenido un móvil a su edad, no habría leído tanto. Hay que estar atentos a que el móvil no les lleve a dejar de hacer cosas importantes, como deporte o lectura.

P. ¿Nos tenemos que acostumbrar a que los jóvenes lean a través del móvil o de una tableta?

R. No estoy de acuerdo. El móvil no es un dispositivo de lectura, sino de ocio múltiple con un montón de distracciones. Todos sabemos qué efecto tiene una notificación de WhatsApp cuando estamos haciendo una actividad, nos arrastra. La lectura exige tiempo, sosiego, profundidad. Y un teléfono móvil ofrece justo lo contrario: dispersión y superficialidad. Evidentemente, podemos leer El Quijote en el móvil, pero el propio dispositivo nos va a llevar a que nos distraigamos constantemente. Por no hablar del efecto de la luz azul, que es excitante, y a algunas horas puede venir muy mal a los niños, o la conexión a internet, que puede hacer que lean contenidos que no nos agraden como padres y profesores.   

P. Muchos adolescentes se excusan de que no leen por la cantidad de deberes que tienen. Aseguran que al acabar están tan agotado que lo último que les apetece es ponerse a leer.

R. Es verdad que la lectura exige un esfuerzo que otras actividades no. Pero debemos hacerles entender como adultos que hay tiempo para todo. La lectura, aunque sea más exigente en un principio, cuando te acostumbras, puede ser mucho más relajante. A mí un libro me evade mucho más que una serie. Me permite meterme en un mundo imaginario en el que yo construyo mucho más que si me lo ponen en una pantalla, donde todo es mucho más explícito y más pasivo. La lectura absorbe más y permite un mayor descanso de la mente. Hay que decirles a los niños que si están cansados, leyendo van a descansar más.   

P. ¿Qué opinión tiene de las lecturas obligatorias de las que luego se tienen que examinar?

R. Hay que separar lo que es el plan lector del colegio, destinado a que los niños se conviertan en lectores, del estudio de los clásicos. Lo primero se debe evaluar de otra manera, mediante un diario de lectura, quizás, o con una conversación con el profesor de los libros que se han leído. Mientras que en lo segundo debe haber una selección del profesor y una contextualización de los fragmentos que se leen para que lo relacionen con su vida y les parezca interesante. Eso sí se puede evaluar a través de trabajos o exámenes.

P. ¿Está de acuerdo con las adaptaciones para un público juvenil de las grandes obras?

R. No he tenido buenos resultados. Al final, lo que les pasa a los adolescentes con los clásicos es que el lenguaje les queda lejos y su mundo también. Y lo que hay que hace es acercárselo. Esas obras lo que hacen es simplificar el argumento y el lenguaje y al final les acaba aburriendo igual y se pierde muchísima calidad literaria. Lo que yo propongo es lo contrario: que se utilicen las obras originales pero que trabajen y se contextualicen con los niños. Hay que leerles en alto en clase. Contarles la historia, explicarles la época y sus peculiares y luego preguntarles qué opinan, qué tiene que ver con sus vidas. Al final se consigue que se interesen por estos clásicos. No les mando El Lazarillo entero, sino que les selecciono algunos fragmentos, igual con la poesía de Quevedo o con las coplas de Jorge Manrique.   

P. Dígame una buena novela para un adolescente.

R. Cualquiera de los grandes autores entendidos como juveniles clásicos me fascinan: las de Dumas, de Stevenson, Sherlock Holmes, El conde de Montecristo, de Julio Verne. Todas esas novelas funcionan muy bien. Hoy les he leído Las minas del rey Salomón en clase y les ha encantado. Al final son grandísimos escritores haciendo literatura popular y eso siempre funciona.  Y luego hay un montón de cuentistas y de poetas que les interesan. Es todo cuestión de planificar bien la clase y de trabajar el texto antes de llevárselo a ellos.