La nueva Selectividad será más práctica y menos memorística que el actual examen al que se someten cada junio miles de alumnos de toda España que quieren acceder a la Universidad. La prueba piloto de esta prueba que realizaron el pasado martes 2.000 alumnos de primero de Bachillerato de 50 institutos de secundaria ha dejado algunas pistas. Con todo, el primer examen de la nueva Selectividad no se realizará hasta verano de 2024. Es decir, la prueba de acceso a la Universidad que hagan este junio los alumnos será como el de años anteriores.
La idea es que esta nueva Ebau refleje la profunda transformación del sistema educativo que propone la nueva ley educativa, Lomloe, donde el eje central es un aprendizaje mucho más competencial. O lo que es lo mismo, examinar de lo mismo que se enseña. Y, en este caso, se trata de comprobar que los alumnos saben aplicar lo que han aprendido durante sus años de escolarización. La Lomloe solo se ha puesto en marcha este año en los cursos impares. Será el curso que viene cuando se extienda a todos, pares también.
El Ministerio de Educación –responsable del diseño de la nueva Selectividad- ha querido con esta prueba piloto examinarse a sí mismo. Hacer un primer testeo para saber si van por el buen camino. Si los alumnos son capaces de enfrentarse a esta nueva prueba, si les resulta muy complicada o si los tiempos que han dejado para cada examen (en principio, 15 minutos más por cada uno, 105 minutos en total) son suficientes.
De hecho, a muchos de los centros educativos en los que se realizó la prueba piloto asistió personal del ministerio, concretamente del Instituto Nacional de Evaluación Educativa. A los alumnos y profesores que participaron en este examen se les hizo entrevistas individualizadas. La idea es que con todos esos datos Educación elabore un informe que se dará a conocer el próximo mayo. En él se recogerán los resultados de estos exámenes pilotos (aunque no se darán notas ni se elaborarán ránkings con ellas) que darán una idea al ministerio de si están haciendo las cosas bien o si hay que modificar algo. En junio se publicará el contenido exacto de cómo será la nueva Selectividad de junio de 2024 para que los alumnos que se examinen de ella tengan un curso entero para prepararse el examen, sabiendo ya con lo que se van a encontrar.
Pero ni siquiera el examen de Selectividad de junio de 2024 será el definitivo de la nueva Ebau. El ministerio ha planteado cuatro años transitorios hasta la nueva Selectividad definitiva, que entrará en vigor en junio de 2028. En función de lo que vayan viendo durante este periodo, se plantearán pequeñas o grandes modificaciones.
Lo que sí parece claro es la filosofía de esta prueba donde las preguntas serán mucho más competenciales y los alumnos deberán razonar sus respuestas en base a los contenidos adquiridos a lo largo de toda su escolarización. En el ministerio ponen siempre este ejemplo: para un examen tradicional uno puede memorizar un folleto de Ikea y sacar un 10 y, aun así, no saber montar el mueble. ¿Qué tiene más valor saber montar un mueble o saberse de memoria el folleto de Ikea?
Todo ello implica que desaparezcan preguntas de siempre y aparezcan otras nuevas. Si nos atenemos a lo planteado en la prueba piloto, comprobamos como en el examen de Lengua y Literatura ya no se propone a los alumnos un análisis sintáctico de oraciones, pero sí que redacten varios textos –el más extenso de, como mínimo, 300 palabras- donde han de poner a prueba su capacidad para componer frases y expresarse correctamente.
Tampoco hay preguntas específicas sobre características de movimientos literarios o autores, que antes los alumnos se aprendían de memoria. Ahora el examen gira en torno al análisis de tres textos, completamente diferentes, de forma individual, pero también contrastándolos entre ellos.
En cuanto a la prueba de Matemáticas, los problemas están basado en datos sobre situaciones y lugares reales y los alumnos deben aplicar diversos saberes de esta materia para su resolución. Como novedad, se les proporciona las principales fórmulas matemáticas que deben aplicar y se les permite usar la calculadora. Porque la idea, insisten, es no que memoricen las fórmulas, sino que sepan aplicarlas.
El examen de Lengua Extranjera (inglés) incorpora también como novedad una parte de ‘listening’ (escucha), mientras que el de Filosofía propone textos e imágenes (no necesariamente filosóficos) para analizar, contrastar, relacionar ideas comunes y destacar las contrarias desde una perspectiva filosófica. Porque, como defienden, un alumno que va a pasar a la Universidad no tiene que demostrar que sabe recitar los libros de los clásicos, sino demostrar que tiene la madurez suficiente para interpretar o analizar esos textos, más allá de su capacidad memorística.
Este tipo de examen competencial ya es una realidad en otros países europeos. De hecho, el informe PISA evalúa a los alumnos de 15 años precisamente de eso, de competencias, de cómo saben aplicar sus conocimientos a problemas de la vida real. Y los resultados de España están siempre en la media o incluso por debajo de los países de la OCDE.